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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

La batalla del Sur

04 de diciembre de 2014 - 00:00

Nunca como en nuestros días fue tan cierto lo expresado por el poeta uruguayo Mario Benedetti: “El Sur también existe”. Cuando él lo dijo, todo el Sur gemía bajo la bota de tiranías impuestas por la CIA y el Comando del Pacífico Sur, entonces todavía atrincherado en Panamá. La mesa, por supuesto, era servida a los tiranos por las burguesías criollas y los partidos vendepatria. Pero Bolívar estaba vigilante y las nuevas cabalgatas recorrerían pronto, a partir de mediados del siglo XX, los caminos de América del Sur, sembrados de héroes en todas las naciones.  Después de que Cuba tocó el clarín de la insurgencia con el triunfo de la Revolución (1 de enero de 1959) en todas las montañas y ciudades surgieron guerrillas que desafiaron al imperio y sus secuaces. Testigos de ello fueron Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú. Paraguay, Uruguay, Chile, Bolivia, Argentina.

Para aplacar los brotes rebeldes, llegaron legiones de agentes de la CIA, boinas verdes, marines, misiones armadas de dólares y falsas esperanzas. Como no fue posible aplastar a los pueblos del Sur por las armas, una cadena de dictaduras se encargó de ello, cortando la cabeza de ‘Che’ Guevara y otros héroes, mientras la prisión, la tortura, los desaparecidos, el secuestro de hijos de los prisioneros se volvía práctica generalizada. Pinochet y Videla fueron los símbolos de la nueva era, portadores de la bandera neoliberal para el nuevo saqueo y el nuevo coloniaje de nuestras patrias. Intentos democráticos de salir del horror terminaron con  nuevas cabezas decapitadas por los amos del Norte: Salvador Allende, Jaime Roldós Aguilera, Omar Torrijos, figuraron entre los nuevos mártires, pero la antorcha no cayó de sus manos: se alzó con mayor fuerza que nunca.

Ahora, la cosecha del sacrificio está presente en Ecuador, país que no en vano se halla en la mitad del mundo, como quien dice, en el corazón palpitante de la nueva humanidad que va surgiendo con ímpetu irresistible, en una marcha de gigantes que nadie podrá ya parar, pues simultáneamente, el amo, decrépito y canceroso, camina hoy a tientas y sus gritos se confunden con los ladridos de sus perros de lujo.

Muestra de lo dicho es el nacimiento de Unasur, que agrupa a todos los países del subcontinente y que cuenta entre ellos a varios que declaradamente se inspiran en ideales revolucionarios y, aún más, están gobernados por antiguos guerrilleros o  acompañantes de guerrillas en su tiempo, a los que se unen, con lazos a distancia pero estrechos, los gobiernos de Nicaragua, El Salvador y Cuba, también surgidos de largas y duras epopeyas guerrilleras.

Para Ecuador, en conjunto, y en particular para el presidente Rafael Correa y el canciller Ricardo Patiño, este es un momento singular de sus vidas de luchadores por el cambio social, la unidad latinoamericana y la paz mundial, dada la inauguración de la sede de Unasur en Quito, que se constituye en resonante triunfo político internacional. Pero además, esto no solo nos confirma la visión del poeta sino que, a la vez, en este mundo de revoluciones, nos enseña que a veces el Sol se alza desde el Sur.

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