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El Telégrafo

La adolescencia, la juventud y las drogas: problema de todos (5)

24 de noviembre de 2012 - 00:00

Desde hace varios miles de años en la cultura occidental, comparada con la oriental, ha prevalecido más el tener que el ser. La actual cultura consumista, dominada por la propaganda comercial, trata masivamente de “lavar los cerebros” y convencernos de que se es más si se tiene más. Por ese camino la humanidad no tiene destino, porque no existen bienes suficientes en el planeta para solventar semejantes deseos egoístas.

Lamentablemente todavía no hemos llegado a un punto de quiebre de la cultura consumista y continúa desenfrenadamente la carrera hacia el desequilibrio y desastre total de la vida en el planeta. Existe una palabra que se utiliza de forma inadecuada: personalidad. La personalidad se la asociaba en Grecia con las representaciones teatrales y significaba: máscara  para representar papeles, roles. En la vida no hay que representar papeles, hay que ser y no aparentar lo que no se es.

En la actualidad la mayoría de los seres humanos no es auténtica, aparentan ser lo que no son. Usan maquillaje para proyectar una imagen no real, engañosa, que no merece respeto. Es un problema común entre los padres, educadores, psicólogos, sociólogos, psiquiatras, periodistas, policías, militares, políticos y otras personas, que en la educación preventiva contra las drogas  se asuman papeles como si fueran obras de teatro. Los niños, adolescentes y jóvenes comprueban las contradicciones entre quienes son y lo que aparentan ser.

Aníbal Ponce decía: “Hay algo que jamás perdonan los jóvenes a sus padres y maestros: la contradicción en el pensar, la incorrección en la conducta”. Muchos son malos actores y actrices y los hijos, los estudiantes y los  ciudadanos descubren que son falsas personalidades. Son grandes globos que con pequeños roces se desinflan. Son “de fondo filo y de filo nada”. No es suficiente tener una “personalidad”, dinero, apariencia, tener conocimientos, si no se es una persona buena, natural, real, sencilla.

Quienes asumen lo que son, sin falsas poses y engaños y así lo ven los demás, se convierten en ejemplos a seguir. Eckhart Tolle dice: “Cuando no representamos papeles, no hay ego en lo que hacemos. No hay un propósito oculto: protegemos o fortalecemos. El resultado es que nuestros actos ejercen un poder mayor. Nos concentramos totalmente en la situación. Somos uno con ella. No tratamos de ser alguien en particular. Cuando somos totalmente nosotros mismos, nuestros actos son más poderosos y eficaces”. Hay que ser,  no  aparentar ser.

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