¿Quién quisiera estar en los zapatos de Joe Biden…? En su primer día en la Casa Blanca, el nuevo presidente estadounidense tomó una serie de medidas urgentes con el fin de tratar de enterrar, lo más rápido posible, la era de “Trumpolini”, en un país dividido y en donde la palabra “WAR” podría comenzar a resaltar, en el momento menos pensado, en las luminarias de la Times Square.
Ese virus, que con variables de estos tempos, podríamos identificar como el del neofacismo, ya logró desparramarse por la sociedad estadounidense. Las primeras y urgentes medidas de Biden, fueron destinadas a tratar de frenar el contagio y, de paso, ese muro en la frontera mexicana que ahí quedará: como la expresión escultórica máxima de la era Trump. Ahora deberá ocuparse rápidamente de la economía, que lejos está de ayudar a superar la actual coyuntura. Y es sabido que cualquier país, incluso las potencias, cuando evidencian su sistema inmunológico debilitado por el desempleo y el aumento de los problemas sociales, terminan siendo un terreno fértil para que avance el neofacismo, o alguna de sus variantes 2.0.
Pero el enfermo no es cualquier enfermo. Es el Imperio y se encuentra en Estado reservado. En tanto, este veterano de mil batallas parlamentarias, tiene por delante el desafío de mantener su impronta internacional, medirse con China para definir qué rol le cabra a cada uno cuando el mundo recobre una nueva anormalidad.
Y como si todo esto fuera poco, el COVID-19, que arrecia, en parte por la impericia del magnate que el miércoles dejó la presidencia.
Una coyuntura inenarrable por lo complicada para un gobierno y un presidente, que cuenta con mayoría en las dos Cámaras, lo que lo eximiría de escusas para avanzar con rapidez en la dirección correcta.
Pero esto sería en las democracias formales y fuertes. En las reales y débiles, más propicias a los tiempos que corren, hay otros factores en juego amen de las instituciones. Las corporaciones, los grupos de presión y, en este caso puntual, las Milicias, esparcidas por el medio centenar de Estados.
Entre esa batería de medidas, habría lugar para la esperanza de que así como están las cosas, pueda ordenar un repliegue de tropas de Medio Oriente y de los lugares en el mundo donde se busca contrarrestar, con resultados relativos, al terrorismo desde hace dos décadas. Pero eso, por ahora, aparece como la expresión de deseos de aquellos que conservan miradas positivas.
Por lo demás, que Biden logre enderezar el rumbo sería un aporte sustancial a la humanidad en su hora más crítica. Y, a decir verdad, con este panorama, es lógico que no abunden los voluntarios que respondan: “Yo” a la pregunta con la que disparamos esta columna.
