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El Telégrafo

Insolencia

03 de abril de 2012 - 00:00

Cínica, en la acepción más vulgar de la palabra: desvergüenza, caradura, grosera, así podría ser calificada la actitud de César Montúfar cuando pretende trasladar al otro su propia derrota social.

Dos veces la gente se ha pronunciado, universal y secretamente, en referéndum, para que se apruebe una ley de comunicación.

Pero no, él y sus aliados naturales, la derecha, se han hecho de oídos sordos y han boicoteado toda posibilidad de una ley. Encima nos dicen que aprobarla sería atentar contra la libertad de expresión.

Volvemos al sambenito: en la situación actual, repleta de abusos, con enormes sesgos no reconocidos, no hace falta disposición alguna porque los medios comerciales son suficiente garantía de libertad.

Absurdo que no se puede sostener ante tanta mala fe, tanta militancia política que pretende solo defender lo establecido: sostener a ultranza unos intereses de grupos, de familias, que han sido los grandes beneficiarios de un injusto reparto en un país que ha tenido riquezas naturales enormes.

César Montúfar nos habla de un escenario social democrático, es decir pulsar fuerzas ante el pueblo, cuando sus niveles de aceptación han sido marginales. Claro que las minorías deben ser escuchadas, pero no serán estas las que determinen el proyecto de poder gobernante.

Esta es una de las grandes trampas que a cada rato nos quieren tender: hablar en abstracto del pueblo, de la gente, como si tener espacios mediáticos fuera suficiente para arrogarse semejante representación. “El Gobierno ha sido derrotado en el escenario social”, lo dice sin sonrojarse a propósito de la Ley de Comunicación. “Hay que archivarla”, esa su antidemocrática propuesta.

Al final las tensiones seguirán multiplicándose si no somos capaces de poner las cosas en orden. Los medios, como el mercado, no pueden autorregularse. La lógica del lucro como la gran razón los tenderá a llevar a la deriva. Quizá eso es lo que pretenden Montúfar y los otros: caos y descrédito institucional: fijar siempre la idea de que la Asamblea, no importa que él sea parte de ella, no sirve. Insistir, como hacían en Montecristi, que estamos frente a un Congreso más, como los de la “partidocracia”, la “Pichi” corte.

Montúfar, al que he visto en la calle, ahí en la intersección de la República y Eloy Alfaro, con banderas y unas pocas personas más, reunirse con los que le alcance es su derecho, no debe hablarnos de abigarrados escenarios sociales, por mucho que lo haya intentado, nadie tampoco puede negarle esa porfía, su mensaje ha tenido escasa recepción.

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