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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Injusticia milenaria

31 de julio de 2021 - 00:30

La elección de Leonidas Iza como presidente de la Conaie es un llamado al gobierno a poner atención al significado que dan los indígenas a las protestas. Es la reiteración de la demanda de los indígenas al Estado. ¿Estará la flamante Ministra de Gobierno pensando en hacer acercamientos? No parece que así sea.

Los ecuatorianos no habíamos experimentado un estallido social como el que vivimos en octubre de 2019. En nuestro inconsciente colectivo teníamos grabadas las historias contadas por los abuelos de cómo se cerraban a machote las casas de las ciudades serranas cuando bajaban de los páramos los indígenas en sus levantamientos. Además de esas historias, conocemos de una infinidad de sublevaciones indígenas ocurridas durante la Colonia (narradas pormenorizadamente por el etnohistoriador Segundo Moreno Yánez); pero nunca esperamos ser testigos de una protesta de las dimensiones, profundidad y duración de la que experimentamos hace dos años.

La exclusión indígena es complicada de abordar, entre otras cosas, porque está presente desde hace siglos. Todo ecuatoriano debe ser consciente de que la población indígena del país ha sido tradicionalmente la menos atendida por el Estado y la más carente de servicios. Sin embargo, el prejuicio y la discriminación cunden. Las élites de Guayaquil, por ejemplo, piensan que: “ese es un problema de los serranos; deben recomendarles que se queden en el páramo”. Una investigación hecha por un colega antropólogo estadounidense muestra que a las élites costeñas no les preocupa que los indígenas reclamen educación bilingüe o quieran ejercitar su propia medicina o su propia justicia. Y creen que el cumplimiento de esas reivindicaciones les mantendrá aislados.

El Estado debe tomar muy en serio la situación so pena de que el país siga preso del sobresalto y pánico que ocasionó la última asonada. La solución debe ser planificar desde el gobierno central para que la población indígena sea servida y protegida. La discriminación positiva que es indispensable para restañar siglos de opresión no está en nombrar indígenas como cónsules y embajadores. Está en crear comunión con ellos y sus líderes. No puede ser que el Ecuador esté constantemente amenazado por rebeliones –en ocasiones cruentas– que muestran la insatisfacción enorme de una población que no tiene más recurso que la protesta.

Las reivindicaciones recogidas y plasmadas en la Constitución de 2008 sobre el respeto que debe la sociedad a los derechos de los pueblos indígenas, a sus territorios, lenguas, culturas y recursos, no se cumple. La avalancha de proyectos mineros en territorios indígenas es una herida constante que representa una presión sobre habitantes que de por sí son vulnerables. La votación que obtuvo Yaku Pérez en las últimas elecciones presidenciales es una medida de cuánto el país está de acuerdo con las demandas de los pueblos indígenas y su preocupación por los daños que ocasiona el modelo extractivista a indígenas, campesinos y a todos por la contaminación del medioambiente y las fuentes de agua, el deterioro de la salud y de la seguridad alimentaria.

El Ecuador debe desarrollar políticas de educación entre los mestizos para que los niños aprendan a respetar a los pueblos originarios, a entender que ellos permanecen excluidos y a valorar su inmenso acervo espiritual, su unión intrínseca con la naturaleza, sus creencias, sus lenguas. Nos enriqueceremos todos cuando aprendamos a respetarnos, lo que pasa por erradicar toda forma de racismo y de discriminación en el fondo y en la forma, en la palabra y en la acción.

El gobierno demostrará su buena voluntad al establecer acercamientos con los indígenas con proyectos específicos diseñados conjuntamente para tratar de eliminar la pobreza, mejorar la educación, promover la recuperación económica y fomentar la interculturalidad. Si el gobierno es genuinamente el gobierno del encuentro, como proclama, debe incluir preferentemente a la población indígena en políticas y programas que resuelvan la grave desigualdad e injusticia en la que por siglos ha vivido.

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