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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

I. Todo es Roma (calendario)

15 de julio de 2019 - 00:00

Quieren ser mejores electores? ¿Quieren entender el mundo en el que viven o vivir sin entenderlo cual zombis? Entonces presten unos minutos a la historia. Empecemos por lo básico: todo es Roma. ¿Usted cree que es medio indio y medio español? Se equivoca. Usted es romano.

Usted vive en una organización de tiempo que rige toda su vida pero aún no lo entiende. “Kalendae” (Calendario) se llamaba a la luna naciente y marcaba el primer día del mes. Es decir, era un día. Mientras, por ejemplo, “idus”, era “luna llena”, la mitad del mes (recordarán la profecía a Julio César “deberás cuidarte de los idus de marzo”).

Ayer fue domingo. El séptimo día de la semana durante mil años se llamó “día del sol” (“dies Solis”), pero Constantino, con el Edicto de Milán, para venerar al Dios Cristiano, remplazó al sol por Dios y lo denominó día del señor (“dies Dominicus”). Y hoy es lunes ¿por qué? Porque antes del cristianismo los días estaban dedicados a dioses paganos y usted es tan pagano que los sigue venerando: lunes (día de la luna), o en inglés: Monday (Moonday); martes es el día del dios Marte; miércoles, del dios Mercurio; jueves, del dios Júpiter; viernes, de la diosa Venus y sábado, del dios Saturno. ¿Ve? Usted, pagano, está leyendo esto en el día de la luna y en el mes del emperador Cayo Julio César (Julio).

Pero vamos a lo más interesante para cerrar esta primera entrega romana: ¿por qué cada cuatro años es año bisiesto y a febrero le aumentamos un día? Los astrónomos en Roma (700 a.C.) verificaron que la tierra tardaba en dar la vuelta al sol 365 días, pero Julio César encontró un grave problema 700 años más tarde: que todos estaban equivocados. La tierra tardaba 365 días y 6 horas. Es decir, estuvieron siempre desfasados en el conteo de años, así que ideó una solución: cada cuatro años a “Februarius” se le sumaría un día extra que acumularía las horas perdidas: 6 horas x 4: 24 horas más. Y listo, se compensó, hasta el día de hoy.

¿Importa saber todo esto? Claro que sí, pues si queremos eliminar las brechas de conocimiento entre patricios y plebeyos, entonces, entendamos que el problema previo a la distribución de la riqueza es la distribución del conocimiento. Las brechas serán impermutables ahí donde los “humiliores” (inferiores) vivan en la oscuridad. (O) 

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