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El Telégrafo
Fander Falconí

Historias vivas

26 de noviembre de 2014 - 00:00

Las Galápagos, desde Darwin, son el símbolo de uno de nuestros mayores patrimonios. El científico naturista inglés publicó, en 1859, su gran obra El origen de las especies, en la que estableció, sobre la base de sus observaciones en las islas, la célebre teoría de la evolución. El archipiélago es único por su biodiversidad, ecosistemas y sus procesos evolutivos naturales.

Sus personajes también son únicos. Ahí están los corsarios que surcaron los mares del Pacífico, y los modernos piratas. El español José de Valdizán, en 1869, obtuvo en el gobierno de García Moreno la concesión para la explotación de la orchilla (de la que se extrae un colorante natural de color púrpura utilizado para teñir telas), con la ‘mano de obra’ de reclusos. Terminó sus días acuchillado en un motín.

Manuel J. Cobos, el cruel empresario, que llegó a constituir un mini-Estado dentro de otro en San Cristóbal, como relata Octavio Latorre en su libro Emperador de Galápagos. A fines del siglo XIX, Cobos trajo presos para sobreexplotarlos en sus plantaciones de caña de azúcar. Llegó a acuñar su propia moneda.

La  baronesa de Wagner, que vivió en la isla Floreana en la década del treinta del siglo pasado, rodeada de un hálito de misterio y amantes, cuya vida fue llevada a la televisión y al cine.

Los actuales residentes y colonos tienen sus propias historias de vida. Sus actividades principales son el comercio, turismo, pesca, agricultura, construcción, servicios. El incremento demográfico es mucho mayor, si se compara con el promedio nacional. Los ingresos por habitante son más altos que en el continente, pero también los precios de los alimentos, la tasa de matrimonios (7,7%, en relación al 3,7% nacional en 2012, según el INEC) y la tasa de divorcios (20,2%, en comparación al 13,1% nacional).

Se trata de un laboratorio vivo con muchos conflictos de valores e intereses. El frágil equilibrio está en riesgo por la introducción, desde mucho tiempo atrás, y expansión de especies invasivas de flora (mora, guayaba, cascarilla, supirrosa, pasto elefante…) y fauna (chivos, ratas, cerdos, gatos, perros…), pues se apropian del espacio ambiental de las especies endémicas, como las tortugas, iguanas y aves.

Otra amenaza es la nueva etapa de este neoliberalismo global que pugna por llegar a todos los resquicios del planeta: los bosques, los desiertos, los polos. El archipiélago no escapa a esta tendencia y sufre los embates de la expansión turística y un aumento de construcciones en la parte urbana de sus tres cantones, en especial de Santa Cruz. Su archipiélago y reserva marina (133 mil kilómetros cuadrados) son área natural protegida y patrimonio de la humanidad, pero hay dificultades de control. Por ejemplo, de la pesca ilegal de barcos que, aunque no entran a la reserva marina, permanecen en el paralelo 90 y usan pequeñas embarcaciones para ingresar.

Alguien me dijo que Galápagos es el lugar más cercano al Paraíso, y más lejano de Dios. A mi juicio, es un espacio terrestre y marítimo maravilloso. Un sitio que debe ser preservado para la humanidad, por lo que urge una definición de su capacidad de carga turística, y en donde sus cerca de 30 mil habitantes tienen todo el derecho de vivir bien.

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