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El Telégrafo
Gustavo Veiga. Periodista

Las vueltas de la historia y Bolsonaro

04 de enero de 2019 - 00:00

Jair Bolsonaro dispara interpretaciones en varias direcciones. Es ultraderechista, xenófobo, misógino, homofóbico y ultramontano. Pero además estimula comparaciones que lo colocan en un territorio donde solo se pueden cosechar incertidumbres.

Impredecible, se dice que es. Un presidente fuera de control, tal vez. La analogía con Hitler surge inevitable en algunas voces. José Mujica lo comparó con el genocida más grande del siglo XX. Una exageración, salvo porque usa una buena porción de su dialéctica hace tres décadas, cuando ingresó al Congreso brasileño. Siempre se pronuncia contra los otros, los humillados. Los negros, las mujeres, los pueblos originarios. Como Hitler lo hacía contra los judíos, gitanos y discapacitados.   

Está bien que se alerte sobre el huevo de la serpiente sin cometer anacronismos. Porque hay similitudes entre la marea fascista de la década del ’30 y el reverdecer de esa ideología en el siglo XXI. Pero también hay diferencias: no existe hoy una fuerza revolucionaria organizada y de magnitud con un Estado detrás. La Unión Soviética desapareció por sus propios desaciertos. El enemigo es otro.

Ese otro es la militancia del PT, del Movimiento sin Tierra, los negros, las mujeres feministas, los espacios colectivos de gays, lesbianas y transexuales. Bolsonaro se convirtió en el catalizador de un sentimiento colectivo de rechazo a las consecuencias proyectadas por gobiernos neoliberales ilegítimos como el de Michael Temer. También de repudio a los errores por la corrupción de gobiernos progresistas del PT y de la mayoría de partidos políticos.

Sus seguidores o votantes refractarios al Partido de los Trabajadores, lo apoyaron en las urnas en primera y segunda vuelta porque querían un cambio.

Bolsonaro es una incerteza. Tres de sus cinco hijos serán legisladores o funcionarios del área de comunicación del gobierno. El clan encabezado por el presidente no es el principal problema. Sí los intereses que representa condensados en una Armada Brancaleone donde convivirán en delicado equilibrio el lobby de las armas estadounidense-israelí, las iglesias electrónicas evangélicas, los militares que reivindican sus crímenes en la dictadura y el establishment económico como titiritero de un espacio que remite a los intereses de clase del pasado. (O)

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