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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

¿Historia crónica o bilis?

11 de junio de 2018 - 00:00

Hoy en el Ecuador hay una obsesión de los poderes fácticos y ciertos actores del gobierno actual por borrar la historia de los últimos diez años. Esa intención se basa en la idea siniestra de cómo –tácitamente- conciben la historia: la escriben los vencedores. ¿Pero quién se cree vencedor en este país ahora para alterar el pasado reciente y disponer una mísera interpretación de hechos que todos vivimos en directo? Pues hay muchos ofrecidos y ofrecidas.

En primer lugar están los comunicadores; en segundo lugar los analistas y, en tercer lugar varios sabios eclécticos. El fin es borrar lo que consideran un lastre, una afrenta. O peor: instalar en el imaginario social el indicio de que aquello que pasó marca una vergüenza moral que no debe repetirse jamás. Casi como el holocausto de la segunda guerra mundial, solo que en tal caso los autores de los vencedores exigen recordar –siempre- a través de millares de referencias, películas y legajos el desenfreno del ¿único? crimen del siglo XX; porque machacar es sujetar.

El correísmo es una sección de nuestra historia que aún no ha sido analizada e interpretada con rigor y distancia. Ergo, los libros que se han publicado y los que se siguen editando carecen de un valor cognitivo básico: apelar a los instrumentos de la historia como ciencia. Lo demás es anécdota, odio, bilis, vómito político.

¿Cómo negar una porción de la historia simplemente porque lo que pasó aquí puso en crisis los conceptos, las prácticas y la ideología dineraria del tradicional poder en Ecuador? Parece una pregunta retórica pero oculta una forma de entender la noción de poder y de supremacía social. ¿Por qué? Porque distraídos en que la democracia es un ideal posible, un sector progresista de las izquierdas –locales y regionales, habría que decir– apostó a filtrar eso que, en el fondo, la hacía artificial: su condición representativa.

Así, la razón del correísmo no puede estudiarse, desde el inicio, sin pensar y ahondar esta idea: ¿democracia liberal versus democracia radical? Cuando haya seriedad y se apele a la fuerza de la ciencia histórica y la historia social –que no se excluyen- acaso se advierta el peso de lo que sucedió aquí entre el 2007 y el 2017. Lo demás es bilis. (O)

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