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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Hacia la diversificación de la economía ecuatoriana

09 de enero de 2017 - 00:00

Diversas teorías, tesis, hipótesis, estudios de casos, un sin fin de razones para comprender las razones estructurales de las economías en vías de desarrollo, subdesarrolladas o como se quiera decir. Razones para entender que no fue una elección de estos países, no fue una elección del pueblo ecuatoriano el tener una economía poco diversificada, sino que fueron las condiciones históricas, geopolíticas, el rol de las élites nacionales: las castas, los estamentos como las clases sociales dominantes, las que nos han sometido por fuerza y creencia en que las condiciones de un desarrollo social y económico no son propias en el espíritu de los ecuatorianos.

La economía ortodoxa como heterodoxa, tienen fundamentos distintos, casi contrapuestos para explicar el origen de la pobreza, de la riqueza, del crecimiento, el desarrollo, de las capacidades sociales, institucionales. Pero ha faltado hablar del poder y la dominación. Recordemos los debates en América Latina, sobre el desarrollo, la dependencia, etc., tratando de no solo explicar las particularidades de Latinoamérica, sino de buscar los caminos para salir del atraso en todo sentido. Incluso se llegó a creer que la heterogeneidad social, por último, era el problema de fondo para no salir del subdesarrollo.

Hasta nos ha faltado una sociología fuerte para superar las lecturas economicistas y comprender el origen de las condiciones de opresión. Una economía política más seria y responsable ha permitido comprender y hacer políticas para preparar las condiciones de industrialización selectiva en el Ecuador. Sin una modernización suficiente de las estructuras e infraestructuras, el país no podrá salir del subdesarrollo. Ahora contamos con las infraestructuras necesarias: puertos, aeropuertos, carreteras de distinto nivel, hidroeléctricas, pero también estructurales: acceso a educación gratuita, fuerte inversión en educación superior, nuevas universidades; institucionalidad modernizada; un sistema político estable producto de una Constitución que responde al Ecuador real y no al imaginario de las élites.

Con todo esto y con políticas de Estado a largo plazo, el país puede enfrentar los nuevos retos industriales, manufactureros, para diversificar la economía ecuatoriana que es altamente dependiente de tres o cuatro productos exportables. Para dar el salto cualitativo, todo lo invertido en salud, educación, bienestar social debe concentrarse en alcanzar un talento humano competitivo pero comprometido con el país del futuro. Un empresariado comprometido en invertir en su país y no en sacar los capitales y esconderlos en la podredumbre moral de los paraísos fiscales. Pero sobre todo es necesario una sostenibilidad política de las políticas públicas implementadas, con los ajustes necesarios, por supuesto, para no caer en aventuras políticas cada cuatro u ocho que buscan ‘desmontar’ lo logrado. Eso sería un absurdo en todo sentido.

Quizás lo más difícil de cambiar sean ciertos patrones culturales: valores, creencias, modos de producir, de consumir; de vernos como sociedad. Como nunca debemos valorar la educación en todo sentido; comprender las potenciales capacidades productivas que tenemos: biotecnología, farmacéutica, etc. Como, también, valorar las disciplinas sociales: sociología, historia, geografía. Así se abrirá con prontitud el camino al bienestar permanente. (O)

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