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El Telégrafo
César Hermida

Guayaquil

21 de octubre de 2017 - 00:00

Guayaquil está muy bonita. El tour (en bus rojo inglés de dos pisos) se inicia desde el sur del amigable malecón con sus paseos, cafeterías, restaurantes. A la derecha la majestuosidad del río Guayas. La gente camina o descansa junto al bello paisaje. A la izquierda los altos edificios de la banca, el comercio o los hoteles, entre ellos los históricos de la Gobernación y la Municipalidad. La famosa calle 9 de Octubre, central y emblemática, ya no se distingue de las nuevas llenas de almacenes, autos y personas caminando ufanas.

El paseo da la vuelta por el Cerro del Carmen para llegar a Puerto Santa Ana con modernas edificaciones de hoteles y residencias de la gente más rica. Está el ‘Tornillo’, como llama la gente al edificio más alto de Ecuador, que, en medio de la afluencia económica moderna, contrasta con las casitas pintadas con vivos colores del frente, que no ha sido posible esconderlas, y que muestran pinceladas de la opuesta miseria. Al pie del ‘Tornillo’ se inicia otra calle peatonal de gran atractivo, llena de cafeterías y restaurantes que se continúa con las antiguas y restauradas casas de intensa vida cultural y artística del barrio Las Peñas. Allí se vuelve al ambiente de hace cien años.

Concluye con las modernas instalaciones del norte del malecón, con sus cines y la enorme rueda turística para mirar la ciudad, que imita aquella junto al Támesis londinense.

El tour continúa por edificios históricos y muestra al poniente el Malecón del Salado, atractivo paseo con fuente musical de colores que lo ilumina en las noches. El bus pasa por el campus de la Universidad Pública y por el de la privada Católica Santiago de Guayaquil, para llegar a la colina del Mirador, que tiene una magnífica vista mostrando la ciudad entera, con sus edificios, sus calles, la ría (así, en femenino), las colinas residenciales elegantes, y allá, a lo lejos, los otros, los cerros de las invasiones de la gente pobre.  ¿Cuánto tardan en cambiar el cartón de la rudimentaria covacha de invasión por las paredes de bloque, aunque sin calles, ni agua ni alcantarillado? ¿Diez años como se decía hace veinte, cuando en Caracas tardaban cinco y en Lima quince?

El tour termina. Hace pocas décadas daba recelo la visita por la inseguridad. Hay otros sitios turísticos en la Puntilla y Samborondón (la zona más exclusiva), el paseo por la isla Santay, y varios otros. Se termina queriendo más a Guayaquil, se siente orgullo por la ciudad que visitábamos desde la infancia. Queda para otra ocasión hablar de su gente, y de los amigos, parientes y paisanos queridos que allá migraron. (O)

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