Mientras Estados Unidos y un concierto de gobiernos títeres (con Francia a la cabeza) bombardean Siria en abierta ilegalidad, en Latinoamérica tenemos esa preocupación, pero también muchas que nos son geográficamente más cercanas.
Se vienen elecciones presidenciales en Uruguay, Bolivia y Brasil. En los tres casos, gobiernos con sentido popular, que con matices diversos han logrado redistribución del ingreso, disminución de la pobreza y ensanchamiento del acceso a derechos.
En Uruguay, el Frente Amplio había perdido varias elecciones frente a los históricos partidos Blanco y Colorado antes de llegar al poder. Ya lleva dos períodos presidenciales completos gobernando, y Mujica no puede reelegirse, acorde a las leyes de ese país con su fuerte raigambre liberal. En esta ocasión, el posible regreso de Tabaré Vázquez se enfrenta a una derecha que en gran medida se ha unificado, lo que hace difícil el pronóstico. Los matices diferenciales entre conservadores y liberales parecen haberse difuminado, como pasa en el resto de los países de la región con gobiernos progresistas: los de arriba se unen contra quienes defienden a los de abajo, aunque esa unión de los de arriba sea provisoria y oportunista.
En Bolivia, Evo lleva una ventaja abrumadora en las encuestas. Su gobierno superó en su momento las asonadas golpistas lanzadas desde Santa Cruz, y las tensiones secesionistas de la llamada zona de la Media Luna. Está ahora firme y con gran apoyo, habiendo mejorado ostensiblemente las condiciones macroeconómicas, así como las sociales de su país. No en vano, con todo el ‘establishment’ en contra, igual tiene enorme apoyo electoral y de opinión ciudadana.
Brasil es el caso más decisivo, por el tamaño poblacional, geográfico y económico de ese país. Allí la aparición inesperada de Silva tras el accidente de su compañero de fórmula trastocó los pronósticos y puso a la ingeniosa candidata cerca de los niveles de Rousseff. Tras la espuma inicial, esta última ha vuelto a subir en las encuestas; pero como podría haber segunda vuelta en que la derecha se una contra Dilma, el pronóstico es aún difícil de establecer.
Mucho se juega en esta pulseada. Mientras la Presidenta argentina se expide en la ONU contra los fondos ‘buitre’ y se discuten en Ecuador las condiciones de la próxima elección, vemos que está agitado el panorama de la política regional, en el cual se juegan dos opciones claras: mantenimiento de gobiernos que, con sus posibilidades y limitaciones, van en dirección de mejorar las condiciones sociales de los sectores populares o -en cambio- regresión a las políticas neoliberales de desprotección social y abandono de la soberanía nacional.
