Las iglesias evangélicas han crecido en muchas partes del mundo, pero no porque las personas se hayan fijado en sus mensajes, sino por el exitoso mercadeo ideológico y económico. Están muy cerca de Donald Trump. El respaldo fue público y de esos sectores llegó dinero para la campaña. Ahora han ofrecido seguir en el proceso de reelección.
En México, el presidente López Obrador se alió para elecciones con el Partido Encuentro Social, evangélico. Los evangélicos están representados en Centroamérica. Y en Sudamérica, la fuerza ideológica del presidente brasileño Jair Bolsonaro se basa mucho en la millonaria industria evangélica que tiene centenares de iglesias y pastores como los más ricos del mundo. En 2014 la Iglesia Universal inauguró un enorme templo llamado el Templo de Salomón. La presidenta Dilma Rousseff asistió a la ceremonia, pues eran tiempos electorales.
Tienen mucho dinero, en especial en Brasil, que exporta una especie de franquicias religiosas muy productivas (la Iglesia Universal tiene empresas de seguros, periódicos con millones de ejemplares, agencias de turismo). En Ecuador hay muchas iglesias del Templo Universal. Donde no logran adeptos, cambian de domicilio hasta lograr la consolidación económica y humana del local. Una herramienta de propaganda en Ecuador y otros países es el tema del matrimonio igualitario y la despenalización del aborto.
Las huestes conservadoras se oponen a lo que llaman “ideología de género”. Los discursos agresivos, llenos de amenazas, profecías bíblicas, uso de significaciones de la familia y los niños, se emplean contra gais, lesbianas, transexuales y todo lo que sea LGBTI. A su tiempo, la Iglesia católica se opuso al laicismo, a la separación de la Iglesia y del Estado, no quiso la creación del Registro Civil, y lanzó discursos contra el divorcio y la despenalización de los homosexuales.
Tras la resolución de la Corte Constitucional en el sentido de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, las fuerzas católicas y evangélicas se unen para rechazar la resolución y organizar marchas. En esto están políticos como Abdalá Bucaram, su familia, financistas y adherentes. Igual la familia Correa: Fabricio que visita los medios de comunicación, y Rafael, que no oculta su odio a los GLBTI. Están Fernando Balda y Andrés Páez, entre otros. (O)
