Florindo es un libro de caballerías publicado en 1530 y es el nombre de su protagonista. Como nombre cayó en desuso en los siguientes siglos hasta el año 1973, cuando apareció en el programa mexicano El Chavo del 8. Esta serie cómica incluye al personaje de Doña Florinda, viuda con un hijo, que se cree superior a sus vecinos de un barrio pobre e inculca al hijo a no intimar con la “chusma”. Como el Chavo se popularizó en toda Latinoamérica (incluyendo Brasil, donde se llama Chaves), sus frases y sus personajes se hicieron tan conocidos que se volvieron lugares comunes en el lenguaje.
Hace años, a un funcionario del diario El Comercio le decían Chilindrina porque había sido llorón en su adolescencia. A mi amigo diseñador Xavier Estrada le decíamos cariñosamente Chavito. Pero de esos apodos individuales se pasó en un momento a caracterizar un tipo genérico de personas.
En la política ecuatoriana, que desde hace 15 años se ha polarizado mucho, surgieron apodos despectivos. A los seguidores del expresidente Rafael Correa se les tildó de “borregos”, aludiendo a su lealtad a veces exagerada y poco crítica. Pero tras la salida de Correa, vino el interregno de Moreno que pasó de la izquierda moderada a la derecha inmoderada, culminando con el triunfo electoral del banquero Guillermo Lasso. Entre quienes apoyaron a Lasso en la segunda vuelta hubo muchos pobres o de clase media baja que esperaron demasiado del nuevo gobierno. Esos pobres y pequeños burgueses actuaron con desprecio a su propia clase, usando zapatos rojos, alabando a la empresa privada y hasta olvidando el feriado bancario. Estos pobres con sueños de rico pronto recibieron el apodo de “florindos” en alusión a Doña Florinda. Gente con apellidos indígenas o con marcados rasgos andinos que hablaban en contra del movimiento indígena, gente que apoyaba las privatizaciones hasta que fueron despedidos de empresas públicas o ministerios. Muchos arrepentidos, pero no todos. Los florindos ahora están divididos entre quienes todavía creen en Creo y quienes ya no creen en nada.
