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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La Flor de Septiembre

27 de septiembre de 2018 - 00:00

La Flor de Septiembre fue un movimiento cultural sui géneris que nació en 1965, tuvo su mayor fuerza en la década de los 70 e inició un camino internacional en los años 80 del siglo XX.

Aunque en realidad fue un movimiento sin fronteras, la sociabilidad se concretaba durante septiembre en Portoviejo, capital de una provincia periférica, Manabí, constituyendo un hecho singular en una época histórica en la que este tipo de sucesos solía ocurrir en los grandes centros urbanos más conectados con la Modernidad y las corrientes del universalismo.

El movimiento cultural fue fundado dentro del Colegio Nacional Olmedo, por mi padre, Horacio Hidrovo Peñaherrera, escritor y maestro: por ello soy testigo viviente de sus fundamentos concebidos para impulsar la literatura, el arte y la transformación de la realidad. Durante septiembre, Portoviejo recibía cientos de jóvenes de casi todo el país, quienes participaban en los concursos de teatro, música, danza, declamación, periódicos murales, pintura y poesía.

El tallo de la Flor siempre fue el Festival de Poesía que llegó a convocar 3.000 personas ávidas de escuchar a los referentes del verso en Ecuador. Posteriormente se desarrolló el ensayo y la crítica por medio del encuentro de intelectuales de talla continental, a los que concurrieron referentes como Eduardo Galeano, quien como otros, se mimetizó en la bohemia. La Flor logró su propósito, unió y conectó a intelectuales de América, visibilizó la cultura campesina y sembró en la juventud conciencia social y arte comprometido.

En la memoria queda el recuerdo de la época de mayor impacto de la Flor de Septiembre. Después de los años 2000, los concursos colegiales continuaron replicándose, de tal manera que el Festival sobrevivió, aunque nunca más constituyó un movimiento cultural transformador, debido a que, a pesar de esfuerzos ocasionales, las nuevas corrientes predominantes del arte y la literatura dejaron de identificarse con las causas sociales, dieron paso al espectáculo o a expresiones ligadas al individualismo intimista.

Hoy la Flor de Septiembre persiste, hay algo en ella que no la deja morir. Quizás sea su raigambre olmedina, una de las instituciones más importantes, que marcó un antes y un después en el proceso de Portoviejo y Manabí. El hálito de aquel potente movimiento cultural que conmovió la historia local y nacional, parece estar siempre en espera de aquel momento en el que llegarán los vientos planetarios de un verdadero renacimiento y revolución cultural. (O)

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