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El Telégrafo

Fausto revisado

02 de marzo de 2012 - 00:00

Hemos creado un mito alrededor del modelo de democracia. Hemos vendido nuestras almas por la realización de un modelo de desarrollo económico como sustento del progreso social.

Nos dejamos comprar por un corporativismo agresivo e indicadores nominales y lejanos de las realidades tangibles. Optamos por ejercer nuestros derechos y libertades en función de nuestra individualidad, rara vez en función de un colectivo. En general, optamos por una individualidad apabullante, cubierta por un falso sentido de lo común y su bienestar. Una cosmovisión que se ha conjugado con las políticas de las empresas, el empresario, los medios, los comunicadores, la crítica, los críticos, etc. 

Esta miopía se convierte, eventualmente, en frágil memoria y nuestras posiciones y alineamientos son idiosincrasias temporales que mutan en medida que muta la coyuntura.

Las corporaciones han crecido de manera tan desproporcionada, que su injerencia y autonomía ha sobrepasado la de los gobiernos.

A diferencia de los gobiernos, rinden cuentas únicamente a sus accionistas. En el caso de no tenerlos, de haber construido imperios corporativos (o sus equivalentes) a partir de los negocios familiares, las cuentas no las rinden a nadie.

Y no existen los mecanismos  para que rindan cuentas a un público más amplio. Son la inevitabilidad oscura del liberalismo desmedido que se ha colado en nuestras construcciones sociales y nuestra visión de subordinación del Estado.

La ambición desmedida ha extendido los alcances de las corporaciones transversalmente, donde Disney tiene un barrio temático (Celebrity, Florida) y absorbió a la ABC. En el 2000, Fox News declaró vencedor a George Bush en las elecciones presidenciales cuando, en realidad, existían algunas dudas sobre conteo de votos (inusualmente cercano) en el recinto floridano que eventualmente definió al ganador. Las dudas estuvieron, hasta el final, a favor de Al Gore.

El dueño de Fox News es Rupert Murdoch. Es parte de su imperio familiar. Y John Prescott Ellis, jefe del equipo de proyección para las elecciones, era el primo de George Bush. ¿Un medio de comunicación, aparte del servicio invaluable a la comunidad y la viva representación de la libertad de expresión, inmiscuido en política para proteger sus intereses? Inaudito.

Acá, nunca. Acá creemos que democracia es la autoridad de la opinión pública, manejada por un puñado. Acá creemos en salida única del desarrollo económico por encima del desarrollo de las persona, de la comunidad.

Somos muy primermundistas en ese sentido. Y reclamar a este sistema, u oponerse a este statu quo, es oponerse a la democracia.

Como Faustos posmodernos, nos entregamos, en alma y cuerpo, a nuestras verdades. Nos olvidamos de que el diablo cobra.

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