Recuerdo haber escrito hace un año sobre el Día mundial de lucha contra la homofobia o LBGTIfobias, que se celebra cada 17 de mayo. Pero, a puertas de cumplir el primer aniversario de aprobación –gracias a la justicia constitucional– del matrimonio para parejas del mismo sexo, viene al caso avanzar en la opinión y análisis, lo que ayer se conmemoró: el Día Internacional de las Familias.
El momento que se aprobó la Constitución de Montecristi, como un canto de alegría y del buen vivir, el correísmo exaltaba la inclusión del artículo 67, que reconoce la familia en sus diversos tipos; y la obligación del Estado de protegerla y garantizar las condiciones que favorezcan integralmente la consecución de sus fines. Sean familias constituidas por vínculos jurídicos o de hecho y basadas en la igualdad de derechos y oportunidades de sus integrantes.
Pero a párrafo seguido la cabeza política de esa organización, había enfocado su energía en enfatizar que el matrimonio, base de su visión de hacer familia (desde una óptica retrógrada y de falsa moral, por supuesto), sea solo entre hombre y una mujer. Pero bueno, dijimos que hay que avanzar, sin dejar de contextualizar lo de la familia en su diversidad y lo del matrimonio sin discriminación; y sin perder la memoria.
La aprobación del matrimonio para parejas del mismo sexo, por la Corte Constitucional, abrió a debate el necesario reconocimiento y respeto para todas las familias desde sus distintos vínculos, no solo el de la procreación. Por eso, es importante recordar que en la actualidad, las familias se constituyen por amor, sin condicionamientos, para procurar el desarrollo integral de sus miembros; el apoyo y realización personal o de pareja, con dignidad y cariño. El aceptar a los suyos como son. Visto desde la nueva óptica: sin importar la sexualidad de los hijos; familias de solo una pareja sin hijos o con muchos hijos; con pocos o uno solo; con hijos biológicos o adoptados, con mascotas, con amor. (O)
