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El Telégrafo

Facultades turísticas

22 de abril de 2012 - 00:00

El salvataje educativo que implementó el Gobierno a las universidades del país fue imprescindible para frenar la decepción masiva que ha convertido a miles de jóvenes en desempleados con título, pero sin profesión y, por lo tanto, sin un buen futuro para ellos y para el país.

Es fácil comprobar la desesperación de los graduados al mirar los sitios donde se busca empleo y verlos abarrotados de ingenieros comerciales,  en administración, marketing, turismo, ecología, carreras que se replicaron como colmenas en todo el país, sea como negocio de algunas universidades privadas, sea como forma de inflar las rentas estatales en el caso de las públicas.

Los profesionales en turismo, ecoturismo y afines muy pronto sobreofertaron el mercado con un nivel de conocimientos pobre, por lo que su aporte ha sido nulo o desastroso para las ciudades en las que los graduados consiguieron empleos en municipios o prefecturas, donde les ha sido fácil gastar recursos sin criterio alguno, lo que explica el porqué el turismo direccionado desde los gobiernos seccionales, con pocas excepciones, ha tenido nefastos resultados en la última década.

Poco podía esperarse de egresados de facultades de turismo que se crearon con plantas de catedráticos que, en su mayoría, nunca fueron siquiera turistas, pero fueron profesores y decanos de estas facultades que no han aportado al país con investigación, estadísticas, ni propuestas de leyes que regulen nuestro caótico crecimiento turístico.

En los últimos años, con tristeza he tratado con docenas de jóvenes que, como preludio de sus estudios superiores, hacen prácticas profesionales en las empresas turísticas, donde constatamos lo poco que saben, pero sobre todo lo mucho que no les enseñaron, y que sus profesores esperan que en unas semanas nosotros les formemos.

Más triste ha sido trabajar con “profesionales” que ya titulados, a más de manifiesta impericia y escaso conocimiento, anhelan grandes sueldos y puestos administrativos que son imposibles confiarles.

Por supuesto que existe un pequeño porcentaje de graduados que sí han tenido éxito, eso es indudable y producto de inteligencias y vocaciones superiores, de vinculaciones al sector desde la niñez o porque realizaron posgrados en el extranjero.

Sin embargo, el aporte de las universidades al desarrollo turístico del Ecuador ha sido adverso y la consecuencia es que los graduados, en su mayoría, trabajan en actividades diferentes a las que estudiaron y pocas empresas contratan profesionales turísticos.

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