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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Escándalo y espionaje, parte III

30 de mayo de 2014 - 00:00

La semana pasada planteábamos, desde este mismo espacio editorial, la necesidad de mantener atención al tema del espionaje de las agencias securitarias de los Estados Unidos sobre el resto del mundo (y también sobre su propia población). Una situación extrema y por completo inaceptable, pero igualmente sostenida desde el poder militar del país del Norte por fuera de cualquier justificación posible.

Esta semana hemos tenido un nuevo capítulo de esta saga donde tales capítulos no se suceden linealmente entre sí sino que se van acumulando uno sobre el otro, combinándose y potenciándose mutuamente.

Primero apareció Assange con WikiLeaks, luego Snowden y las denuncias sobre espionaje, ahora el caso Monsegur. Héctor Monsegur, a diferencia de los dos anteriores, capituló absolutamente ante las autoridades estadounidenses cuando lo descubrieron y detuvieron en junio de 2011. El hacker había entrado en la página del Senado de Estados Unidos y de algunas agencias de seguridad, lo había hecho también con las páginas web de variadas empresas multinacionales y de diversos gobiernos del mundo, no necesariamente aliados de Estados Unidos.

Monsegur formó parte de la organización Anonymous, y ya detenido comenzó a delatar a sus compañeros de asociación. De tal modo la seguridad estadounidense pudo detectar a varios hackers más que formaban la organización, destacándose el caso de Jeremy Hammond, quien a partir de ello pudo ser detenido, y cumple ahora una condena por 10 años en prisiones de Estados Unidos.

Mayor era la pena que le hubiera correspondido a Monsegur: de 21 a 26 años, acorde a las acciones de las cuales fue hallado culpable. No importa: finalmente la justicia le aplicó solo siete meses (ya cumplidos al dictarse la sentencia), con lo cual ha quedado libre.

¿Magnanimidad, apertura, deseo de perdonar? No, en verdad todo lo contrario. Fue premio a la delación, y a que el hacker se pusiera al servicio del nuevo amo, al cual había atacado antes. Quien hackeaba páginas del poder estadounidense, se puso ahora a hackear a quienes quisieran ingresar a esas páginas.

Al menos esa es la versión oficial sobre el ‘perdón’ judicial del antes rebelde Monsegur, concretado acorde al pedido del fiscal del caso. Quizá algo de verdad haya en ello, pero lo principal que ha hecho el personaje, que renegó de su pasado y sus pretendidas convicciones, es diferente. Monsegur ha participado del espionaje planetario del Norte. Se ha puesto al servicio del FBI para entrar en páginas de muy diversos gobiernos del planeta. Ha puesto su conocimiento al servicio de aquellos a los que antes atacaba, y ha cambiado sus actos de ilegalidad respecto al Gobierno estadounidense, por la ilegalidad en lo internacional plasmada desde dicho gobierno.

Es cierto que, por ahora, ese tipo de transgresiones a la legalidad internacional no tiene procedimientos de castigo. Pero no por ello el caso deja de ser una nueva contribución al amplio escándalo internacional que el espionaje desde el Norte ha motivado, y que con Monsegur vuelve a ubicarse en el centro de la escena mundial.

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