Muchos son los diagnósticos de la capital, desde el desconocimiento del presupuesto y nivel de endeudamiento hasta la deplorable situación de corrupción, abandono y descuido. Lo cierto es que Quito es una ciudad sin políticas públicas y sin horizonte.
Sin embargo, ya decía el escritor francés Honoré de Balzac “en las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”, y hoy debemos convertir esta crisis en una oportunidad, lo cual lograremos arrimando el hombro, creando con el cincel y el martillo un proyecto para Quito.
Es momento de que la ciudad se construya desde el territorio, en foros comunes y se convoque a la unidad, sin cabida para discursos divisionistas o clasistas. Hay que repensar el futuro de la metrópoli que se sitúe al nivel de las grandes capitales del mundo.
Un proyecto para Quito que piense en la generación de empleo y el alivio económico, que convoque al trabajo conjunto entre los sectores comerciales, productivos, emprendedores, trabajadores, ciudadanos, estudiantes, mujeres, gremios y sociedad civil.
Esta apuesta debe contemplar la salud de los seres humanos, la salud mental, el equilibrio emocional y la oportunidad de sanar.
Es urgente también reducir los niveles de violencia e inseguridad, para lo cual se requiere incorporar elementos técnicos en las políticas públicas de prevención así como políticas complementarias de uso de espacio público. Pero a su vez debemos trabajar en redistribuir y reducir la pobreza y las desigualdades.
Y finalmente, hay que trabajar en la democratización del transporte público, sostenible, sustentable, que provoque el diálogo con los transportistas sin imposiciones, que revise técnicamente el financiamiento del Metro de Quito y clarifique su estado y operación.
Para lograrlo se necesita de voluntad ciudadana y política, decía Bertolt Brecht “la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”, es hora de que lo nuevo mire la luz en nuestra gran ciudad.