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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Entre la horca y la horca

04 de agosto de 2016 - 00:00

Allí los tenemos frente a frente: Hillary Clinton y Donald Trump, los candidatos a la presidencia de EE.UU. por los partidos Demócrata y Republicano, respectivamente. De quien triunfe en las cercanas elecciones depende, por lo menos en buena medida, la suerte del pueblo norteamericano y, de paso, la de los millones de migrantes llegados allá tras el ‘sueño americano’, como también la suerte de nuestra América Latina y caribeña. Suenan tambores de guerra que llaman al combate entre las dos facciones políticas más importantes de la ‘Yoni’.

Pero, veamos, ¿qué nos ofrecen los dos egregios combatientes? ¿Cuáles son sus promesas mayores para conducir al mundo con la enorme maquinaria de la Casa Blanca?

Proclamado primero, Donald Trump ha desplegado con fuerza sus banderas que lo muestran como un mediocre aprendiz de Hitler: un fascista respaldado por grupos de millonarios semejantes a él, por toda clase de racistas y organizaciones tipo Asociación del Rifle, que amparan y defienden el armamentismo interno del país, responsable de continuos asesinatos individuales y matanzas colectivas. Una elocuente representación de ello es el exhibicionismo de su relacionadora pública, que se presenta exhibiendo un collar compuesto por balas auténticas, mientras sus jefes de campaña ordenan a sus huestes presentarse en las asambleas públicas debidamente armados.

Si Hitler planificaba el genocidio de los judíos, Trump ofrece el genocidio de los migrantes, pues no otra cosa significa su propuesta de expulsión a todos aquellos que son indocumentados, y que suman millones, mientras a la vez preconiza la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México, para evitar la migración de ciudadanos de este país y de cualquier otro, para impedir que ingresen al paraíso norteamericano con su carga de miserias y de taras. Un muro que tendría mil km de largo, y que sería construido con la plata de los pueblos y no con las colosales fortunas de sus congéneres multimillonarios. La victoria electoral republicana sería, al mismo tiempo, la continuación de la política guerrerista, de terrorismo de Estado e imperio universal de la tortura aplicado por el gobierno de George W. Bush a través del Pentágono, la CIA y la OTAN.

¿Y cuál es la perspectiva que ofrece un supuesto triunfo demócrata de Hillary Clinton? Casi lo mismo, solo que en vez de mostrarse de cuerpo entero en sus siniestros proyectos, los adorna con la atractiva sonrisa de quien fuera ocupante de la Casa Blanca como primera dama, cuando su esposo oficiaba de presidente y propiciaba el ALCA y los TLC para engatusar a los pueblos en beneficio del capital financiero y de los apetitos insaciables del gran comercio norteamericano, lo que ha significado la ruina económica y social de países como México, que cayeron en la trampa tendida por el Partido Demócrata.

No solo eso. Con Hillary Clinton también está la guerra, para satisfacción de las grandes empresas armamentísticas de EE.UU. y gloria del Pentágono, que maneja un presupuesto mayor que los presupuestos de defensa del mundo entero, sumados todos. Para muestra, basta un botón: ella fue la más furibunda y ardorosa guerrerista en el caso de Libia, propiciando abiertamente el asesinato de su líder Muammar Gadafi, sobre cuyos restos despedazados brutalmente danzó alegremente haciendo la V de la victoria. Las consecuencias de la política  de esta empresaria de la guerra están a la vista: un país destruido, una población hundida en la miseria, miles de libios huyendo y ahogándose en el Mediterráneo mientras tratan de buscar refugio en la Europa capitalista que les cierra las puertas, luego de apoderarse junto con EE.UU. de su inmensa riqueza petrolera.

Tal es, a fin de cuentas, la proyección electoral de EE.UU.: la horca en manos de los republicanos o la horca en manos de los demócratas. De allí una necesaria lección para el pueblo ecuatoriano: afirmarse en el camino ya iniciado con la Revolución Ciudadana: soberanía e independencia. Nada de apoyar a los personajes o grupos políticos que añoran el retorno al pasado, cuando aquí mandaban la Chevron-Texaco, la banca norteamericana, el grupo militar estadounidense, la embajada neocolonialista, la CIA y la legión de ecuagringos, siempre dispuesta a servir la mesa del imperio. (O)

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