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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

En el limbo

19 de junio de 2015 - 00:00

Si era por entrar a los libros de historia como una revolución, acaban de perder la página más importante. Está la infraestructura, están los marcos legales, está el discurso. Procesos fundamentales y fundacionales, sin duda. Pero pocos estructuralmente reivindicativos como lo que pudo ser el impuesto a la herencia y a la plusvalía. Un buen primer paso para el cambio de nuestro modelo rentista. Era el comienzo del gran todo.

Era, no solo la ‘democratización’ (esa palabra que han pervertido tanto) de la riqueza, pero también del poder (algo que se escapa mucho de la discusión). Era la posibilidad de desconcentrar y descentralizar el capital desde una clase hacia una sociedad.

Si las acusaciones de la ‘oposición’ (ese conglomerado harto heterogéneo) sobre el enriquecimiento dudoso del oficialismo son ciertas, era hasta una medida autolimitante. Los ‘nuevos ricos’ también serían redistribuidos.

Pero del concepto de redistribución terminaron esbozando una propuesta harto ligera de unas tablas (porque todo comienza y finaliza en la tabla) que fueron perdiendo su efecto real, mientras la voces del oficialismo tenían dificultades al articular una defensa ideológica y política plena, limitándose a ese capítulo de Piketty sobre el cual les comentaron (o por lo menos eso parecía). En ese momento el proyecto no fue más que un sacudón del avispero. Fue el altavoz del #FueraCorreaFuera y un momento político que supo aprovecharlo una derecha pragmática (y legítima, al final del día), mientras la izquierda se pierde entre sus propias contradicciones ideológicas y su incapacidad de construir un discurso desde lo ‘popular’ (lo que sea que esto signifique).

Es decir, el detonante para la izquierda debió ser la ‘retirada provisional’ del proyecto, ceder ante un sentimiento extremadamente burgués. Debió ser esa Marcha por el Agua de hace dos semanas en Cuenca, que no fue más que un pie de página en El Universo y otro en la página del Ministerio de Interior -lo que refleja también lo que desde los medios, desde todo el amplio espectro de los medios, se está dispuesto a dar el carácter de noticia.

Nos quedamos en el limbo. Una aglomeración de ‘la gente’ cuando en realidad es ‘cierta gente’. Como ‘la gente’ está harta de este Gobierno, o las medidas del Gobierno a favor de ‘la gente’. Y en esta generalidad excluyente no queda espacio para la izquierda. Queda lo que hay de un AP tirando internamente a conservador (entre sus vicios y virtudes, un movimiento evidentemente heterogéneo en su visión ideológica) y una derecha que supo manipular políticamente el miedo de la confiscación y la ilusión de la prosperidad incondicional a base de trabajo, el mundo sin clases ni poder, solo mercado y bienestar.

Todos los Reagan y las Thatcher que han aparecido, todos los que citan a Bertolt Brecht como el genérico de la Ley de Godwin, supieron articular y organizar un discurso. Han logrado seducir a cierta izquierda y alienar a otro tanto que no encuentra asidero. Y luego está esa mayoría silenciosa. ‘La gente’. El gran ausente al final del día. Una incógnita que cada cuatro años (cada tantos años) se ve empujada a las urnas. Esa mayoría silenciosa que no se sabe dónde encontrará representación en  2017.

Porque en el ‘gran debate nacional’ falta mucho de ‘debate’ y mucho de ‘nacional’. (O)

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