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El Telégrafo
Sebastián Endara

La emancipación

31 de julio de 2019 - 00:00

Es común encontrar entre las acepciones regulares que por emancipación se entiende la “liberación” de la tutela, de dependencia con respecto a algún tipo de autoridad, de la calidad de subordinado. A su vez, por libertad se entiende, o bien ese estado de liberación en el que una persona hace uso de sus propias facultades sin estar constreñida por un poder o un deber, o esa posibilidad de elegir cómo actuar y qué hacer dentro de determinada comunidad.

El problema que quisiera invitar a pensar es que la sociedad, como estructura, es en sí misma un sistema de autoridad, no importan cuáles sean sus variantes, siempre es un sistema de organización política y, por tanto, un sistema de organización de la autoridad. De tal manera que una emancipación real debe propender necesariamente a la imaginación de nuevas sociedades.

La sociedad democrática, que no deja de ser una sociedad jerárquica, se organiza a partir de un interesante proceso que tiene como base el reconocimiento de la libertad y de la igualdad de las personas. Es decir, la sociedad democrática establece un proceso de subordinación a partir de la ficción de la libertad.

Con esto no quiero decir que la transformación de la sociedad debe pasar por la destrucción de la libertad, sino, acaso, por la transformación de la libertad en cuanto ficción, a la libertad en cuanto hecho político, es decir, en cuanto sistema de autoridad. Un problema que tiene muchas caras y matices y, desde luego, nos exige nuevas formas de entender la organización social.

La educación nos provee del marco referencial de interpretación del mundo y de reflexión sobre el mismo. Por eso el cambio de interpretación del mundo se convierte en el primer acto emancipador, puesto que ello significa que a los procesos de reflexión tradicionales se les aplica un quiebre, donde el pensamiento contraviene sus antiguas ideas.

Este proceso extraordinario, sin embargo, no solo ocurre en la pura cabeza, sino gracias a la irrupción de la complejidad y pluralidad del mundo que siempre sobrepasa lo pensado. Por eso la emancipación, más que permitirnos afirmar nuestras convicciones, nos invita a revisar nuestras creencias y valores por otros que podrían ser cualitativamente mejores. (O)

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