Elegir un estudio, para algunos, resulta muy sencillo: deciden estudiar algo, respaldados por sus aptitudes y talentos, apoyo económico, perseverancia; y los sueños se convierten en realidad. Para otros, la situación es muy difícil: no se sabe lo que se quiere, no conocen las aptitudes y talentos que tienen, se quiere y desea estudiar algo y no es acompañado por las respectivas aptitudes y talentos, requiriendo la ayuda de los orientadores educativos, vocacionales y profesionales. Para los más pobres es más frustrante: estar convencidos de lo que quieren estudiar, ser conscientes de sus aptitudes y talentos y no poder estudiar, porque no tienen el apoyo económico familiar o de las instituciones públicas para iniciar y terminar los estudios de sus sueños.
Es un autoengaño cuando la decisión sobre lo que queremos estudiar se sustenta en un capricho personal, una ilusión, tan solo porque “me da la regalada gana”, sin conocer sus cualidades, los cupos disponibles para estudiar y las necesidades de trabajo del país. El engaño es cuando de buena fe otras personas (principalmente los padres) nos inducen a seguir estudios sin conocimiento sobre el estudiante. La demagogia la practican los funcionarios públicos, legisladores y aspirantes a cargos públicos que ofrecen conceder la libertad absoluta para estudiar lo que quieran sin tomar en cuenta los conocimientos que se tengan ni los aspectos y problemas mencionados, lo que produciría un caos en el país.
Aparte de los aciertos de la reforma de la LOES, la Asamblea Nacional no discutió lo más grave: la anticientífica prueba de examen de ingreso a las universidades que atenta contra los principios de Henri Wallon y las inteligencias múltiples de Howard Gardner. La demagogia siempre es una práctica política corrupta al ofrecer a los futuros votantes algo que quieren oír y recibir, aunque sea falso, fácil e imposible de cumplir, por ser un engaño. (O)
