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El Telégrafo

El Rey y su mal comportamiento

24 de abril de 2012 - 00:00

Pues es bien cierto que la vida se encarga de pasarnos factura por cada mala acción que hayamos hecho o cada gran error cometido. Y de esto sabe muy bien Juan Carlos I de Borbón-Dos Sicilias, Rey de España y quien, además -por añadidura-, es uno de los hombres más ricos de esa nación y  el número 134 en la lista de los económicamente más poderosos del orbe, con una fortuna que pasa los 1.800 millones de dólares.

¿Que cómo multiplicó sus activos don Juan Carlos? Pues eso es actualmente motivo de la comidilla internacional, pues el monarca que llegó sin dinero al trono de España al que ascendió por la sola decisión del general Francisco Franco, por entonces su dictador, quien desconoció la línea de sucesión de la corona que debía entregársela a don Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona, y prefirió dársela a su hijo, el actual soberano, por la especial relación de simpatía que existía entre los dos.

Lo cierto es que los investigadores acerca de los temas de la familia real española afirman que Juan Carlos I  entregó a cercanos a él la misión de solicitar a figuras de gobierno de países de economía fuerte, como el Sha de Irán Rheza Pahlevi, importantes sumas, “como contribución personal para el fortalecimiento de la monarquía española”.

A estas gestiones se añaden las que realizaba Juan Carlos I en el negocio de España con el petróleo, lo que significó para el monarca grandes ventajas económicas, así como su intervención ante diversos gobiernos, a  favor  de poderosas empresas como la Repsol o la Elf, que mantenían importantes relaciones de negocios con aquellas naciones.

Pues este monarca, que por lo visto parece sentir que él  es el centro del mundo y que este gira a su alrededor, fue quien el 10 de noviembre de 2007, durante la última jornada de la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado  reunida en Santiago de Chile,  intervino visiblemente disgustado para decirle al presidente de Venezuela, Hugo Chávez: “¿Por qué no te callas?”, frase que dio la vuelta al mundo y que sobrepobló las redes sociales  internacionales,  provocando, además, un sinnúmero de reacciones.

Su persistente afición a las armas y a la cacería  le ha ocasionado problemas al Rey de España desde su juventud. Así ocurrió en 1956 en Estoril,  cuando la familia Borbón transcurría su exilio en Portugal. Se oyó el disparo de un revólver calibre 22 que provocó la muerte de don Alfonso, de 14 años, hermano menor del ahora Juan Carlos I, la única persona que en esos momentos lo acompañaba.

Y surgieron también problemas para el Rey que irónicamente venía ostentando la presidencia de la World Wildlife Foundation, mientras buscaba cotos de caza. Así sucedió el 8 de octubre de 2004, cuando participó en una cacería de osos en Rumania; y en  2006 en Rusia, en donde fue acusado de haber dado muerte a un oso drogado; para finalmente, el 14 del presente abril de 2012, hacer saltar el escándalo mundial en Botswana, a donde asistió don Juan Carlos para cazar elefantes, en compañía de su “amiga íntima”, la princesa Corinna zu-Sayn-Wittgenstein, su compañera en sus repetidos viajes de placer o cacería. Esto de ser reyes  debe ser muy duro.

Y así parece sentirlo la reina Sofía, que se piensa  no se acostumbra todavía a los continuos devaneos de  su marido con diversos personajes femeninos. Por algo, grupos de españoles actualmente están pidiendo la supresión de la monarquía.

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