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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

El Presidente y el socialismo (final)

31 de marzo de 2014 - 00:00

Karl Marx (1818-1883) estudió el capitalismo de libre-competencia, levantado sobre la miseria del proletariado europeo. V. I. Lenin (1870-1924) avanzó en la comprensión del “imperialismo” como fase del capitalismo monopolista. Ninguno pudo examinar la solución de la crisis capitalista de los años 30 mediante el “New Deal” de F. D. Roosevelt (1882-1945), ni vivió el nacimiento de la “economía social de mercado” en la Alemania de la postguerra mundial, que luego se extendió por Europa.

Esos nuevos modelos de “capitalismo social” mejoraron sustancialmente las condiciones de vida y de trabajo. En varios países de Europa y en Canadá el capitalismo social produjo “Estados de bienestar”, basados en una combinación de empresa privada, intervencionismo económico estatal, educación pública, seguridad social universal y redistribución de la riqueza.

El derrumbe mundial del socialismo desestabilizó no solo a la teoría marxista, sino a la posibilidad de concebir un “socialismo” distinto al estatista-soviético y capaz de superar al capitalismo como régimen histórico. Pero en Marx está muy claro que el socialismo se define por la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la extinción del sistema capitalista de clases sociales.

La recuperación del socialismo como opción ha venido al mundo de la mano de los regímenes de Nueva Izquierda en América Latina. Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador están a la vanguardia sudamericana por un “socialismo del siglo XXI”. Este “socialismo moderno”, como también lo ha calificado el presidente Correa, ni atenta contra la empresa privada, ni busca eliminar la propiedad.

¿Dónde está la diferencia con el socialismo marxista? El nuevo socialismo articula empresa privada con inversión pública e intervencionismo económico estatal, amplias políticas sociales y firmes medidas para redistribuir la riqueza. Económicamente es una nueva modalidad de “capitalismo social”. La diferencia está en lo político: la captación del Estado, para desplazar los intereses de las burguesías/oligarquías e imponer la hegemonía de los ciudadanos y sectores populares. Es un sistema de capitalismo social y Estado popular, a la vez que una oportunidad histórica en América Latina, que no la han sabido comprender las izquierdas ortodoxas, aunque este “socialismo” resulta absolutamente repudiable para las burguesías y para los intereses imperialistas.

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