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Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

El poder intelectual de los filósofos de Twitter

26 de octubre de 2014 - 00:00

Debo confesar: últimamente algunos intelectuales dan asco. Yo hablo y escribo como periodista, sin afán intelectual, pensando en voz alta, sin citar a nadie y mucho menos imaginar que con mi pensamiento determine el devenir de algo. Apenas soy periodista.

¿De qué hablan cuando hablan de poder nuestros ‘intelectuales’? No me acuerdo quién dijo que el saber produce poder y viceversa (ya empecé a citar, como les gusta a los intelectuales). Y es una obligación política y pública de quienes ejercen tareas intelectuales (no confundamos ni reduzcamos a las académicas) afrontar las exigencias de los tiempos para producir saberes. Pero parece que por ahora esos intelectuales, pocos por cierto, están más preocupados en acomodar todas las teorías para quedar bien ante el totem neoliberal que domina la escena del debate, sobre todo en los medios.

Mientras eso ocurre hay otros intelectuales que producen saberes, posturas creativas, argumentan tesis para afrontar los retos del devenir, que no merecen ninguna atención mediática porque, suponen los medios, le hacen un favor al gobierno de turno, al socialismo del buen vivir y a la corriente progresista de América Latina. Si vienen al Ecuador Alvaro García Linera o Ernesto Laclau (como sí ocurrió) no son motivo de atención. Mientras nuestros ‘intelectuales’ locales, copiando a los de la Europa del Este de los noventa, intentan construir su imagen de independientes frente a todo poder, aunque para ello no descarten ciertos almuerzos y premios (y hasta cargos) financiados por ciertos banqueros y algunas agencias de cooperación foránea.

Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes dejaron un pésimo ejemplo, pero también un vacío horroroso. Hicieron, a su modo, una militancia política que desataba debate y pensamiento, cuando en realidad lo hacían desde un lugar de enunciación (ya escribo de nuevo como intelectual) literario, pero muchos tomaron sus expresiones como mandatos y hasta postulados estratégicos de la política.

Tuvimos en Ecuador algunos escritores con pretensiones de vargasllosas y garciamarques: imaginaron que sus palabras creaban realidades como los dos premios Nobel. Y ahora los vemos reproduciendo manuales liberales con cierto esmalte de izquierda, alejándose del ‘poder’ y acercándose sin vergüenza alguna a los otros poderes (a los fácticos, empresariales e imperiales).

Y ni siquiera han sido capaces de producir una obra ni un pensamiento, solo conductas reactivas y contestatarias, comparando los supuestos autoritarismos fascistoides de Europa con los gobiernos progresistas de acá. Y son ellos ahora los valorados por el aparato mediático para ser entrevistados con unas altisonantes frases hechas y un cúmulo de lugares comunes. ¿No son ellos los que ahora callan cuando un supuesto narco mexicano, invitado por el alcalde capitalino quiso inocular unos proyectos ‘exitosos’ en las guarderías infantiles de Quito? Sí, los mismos que cuando un error o supuestos delitos ocurren en el gobierno elaboran todas las teorías para satanizar ya no el error o delito sino toda la estructura ideológica del movimiento político.

Por ahora esos ‘intelectuales’, que quisieron ser Vargas Llosa o García Márquez, ni siquiera leen a Roberto Bolaño para entender cómo se puede encender el pensamiento crítico sin arrodillarse a los pies de los totems neoliberales. Y son los mismos que ejercitan su activismo político en Twitter y Facebook y creen que ahí se desata y expresa la crema y nata del pensamiento nacional ‘para provocar los cambios estructurales que requiere el Ecuador del siglo XXI’.

Por último, no sé si fue Marx (ya me corregirán los ‘intelectuales’ de nuestro país) quien dijo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Ojalá este sentimiento de agobio ante tan pobre pensamiento y gran entusiasmo contestatario no reciba los insultos propios de los filósofos de Twitter.

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