“¡Cuidado: nos acecha el peligro rojo!”. Ese fue el grito histérico del mundo capitalista, encarnado en Estados Unidos y la vieja Europa, cuando los ‘rojos’ (los comunistas dirigidos por Lenin, tomaron el poder en la inmensa y tenebrosa Rusia de los Zares en Octubre de 1917. Bajo la advocación del mentado peligro, surgió el nazifascismo, apoyado por los Rockefeller y otros profetas del dios dólar.
Y con igual pretexto se implantó en el imperio, durante la Guerra Fría, el maccarthismo, esa forma particular de fascismo yanqui que sembró el terror, obligó a extrañarse del país a grandes escritores y artistas, entre ellos Chaplin, mientras destacados científicos eran llevados a la silla eléctrica acusados de espionaje a favor de la Unión Soviética. La histeria norteamericana se encrespó aún más cuando el Ejército Popular, conducido por Mao Tse Tung, tomó Pekín el 1 de octubre de 1949, dando inicio a la Revolución China, cuyos logros hoy asombran al mundo, Con este motivo, el imperio racista inventó y difundió un nuevo miedo: el ‘peligro amarillo’.
Claro que hoy solamente lo califican así, en boca chica, dado que se refiere al mayor gigante de nuestro tiempo: la China comunista, como también la nombran con espanto.
Las dimensiones del gigante son de verdad espectaculares: por su territorio, China es el tercer país más grande del mundo, incluido Estados Unidos. Con sus mil cuatrocientos millones de habitantes, es el país más poblado del planeta, mucho más que Rusia y Estados Unidos juntos, a la vez que registra el mayor ritmo de crecimiento económico entre todos los países, al punto de que, según todas las previsiones, después de un año se convertirá en la primera potencia económica, desplazando al imperio norteamericano, convertido en gran deudor de la banca estatal china.
Realmente como para que Wall Street se chorree de miedo.
A todo esto se agrega la dinámica política internacional de China, que arrasa con la vieja dominación imperialista sin utilizar su enorme y moderno parque de guerra, sino a través de pactos de amistad, comercio y convenios de toda índole con toda clase de países, no importa sus sistemas políticos. En este contexto, revisten trascendental importancia las proyecciones de los entendimientos del gigante con los países latinoamericanos, principalmente a través de Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).
En ese contexto, la gira del presidente Rafael Correa por China constituye el anuncio de un porvenir económico, social y científico de grandes proyecciones para todos los ecuatorianos, incluidos aquellos sectores empresariales que no están dispuestos a caer en el cuento del ‘peligro amarillo’, que disimuladamente lo señalan como advertencia muy seria la derecha recalcitrante y la izquierda derechosa, que aquí están equivocadas de siglo y de país.
