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El Telégrafo

El número nueve

11 de julio de 2012 - 00:00

A través de la historia del fútbol hemos podido observar grandes jugadores, exponentes de un juego de altísima calidad, de mucha eficiencia y grandes logros. Nos deleitamos en su momento con los Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Maradona, Platini, Beckenbauer, Garrincha, Bobby Charlton, Keegan, Zidane, Messi y otros, quienes son  considerados como los mejores de todos los tiempos en el  balompié mundial.

Todas las posiciones dentro del campo de juego han tenido verdaderos especialistas, los arqueros, defensores, mediocampistas, que por sus destacadas actuaciones han podido ser considerados como grandes en sus posiciones, y a quienes se recuerda en las encuestas para elegir a los mejores o al armar selecciones ideales o el equipo de todos los tiempos.

Son muchos los casos de defensores con importantes producciones goleadoras, arqueros que inscribieron su nombre como anotadores de conquistas por la vía de tiros penales, tiros libres y algunos hasta por golpe de cabeza.
Grandes volantes, en los últimos años de su carrera terminaron como grandes defensas, pero sin duda hay una posición que cada vez es más difícil de ser desempeñada por jugadores que alternan en otros sectores del terreno.

Me refiero exactamente a los centrodelanteros, a quienes se podría denominar una raza muy particular, y esos romperredes son justamente los más cotizados en el mercado del fútbol, a quienes se atribuye muchas veces la consecución de títulos o gestas importantes. Esos son los artilleros.

Los goleadores

Disfrutamos a algunos grandes, como el alemán Gerd Muller (en Copas del Mundo marcó 14 goles), que en su carrera anotó 555 dianas en 617 partidos; el portugués Eusebio (goleador del Mundial Inglaterra 66), con 427 goles en 506 partidos jugados; el holandés Marco Van Basten (arponero del Ajax, AC Milan, pilar del triunfo naranja en la Eurocopa 88), marcó 242 tantos en 338 partidos; el francés Just Fontaine (13 conquistas en Suecia 58, récord vigente ), 152 goles en igual cantidad de partidos; otros, como  Luis Artime, con 260 conquistas en 327 juegos; Fernando Morena consiguió 290 tantos en 370 encuentros, Gabriel Batistuta en sus 568 partidos marcó 355 veces, Romario con su marca de 608 goles en 805 juegos, Ronaldo anotó 414 veces en 616 partidos, y -desde luego- Alberto Spencer (insuperable artillero de las Copas Libertadores con 54 tantos) en su trayectoria logró más de 300 presencias en la red contraria, por citar a algunos grandes de todos los tiempos.

A nivel nacional mencionaremos a Ermen Benítez, el máximo goleador de los torneos ecuatorianos; el argentino-ecuatoriano Ángel Liciardi, cuatro veces goleador de torneos nacionales en los 70; Eduardo Hurtado, que superó los 200 goles; el uruguayo Francisco Bertocchi, que en 1969 impuso una marca aún no superada, marcando 8 tantos en un solo juego.

También Iván Kaviedes y su registro de 43 dianas en 1998 para ser goleador mundial, Manuel Uquillas, Ariel Graziani, Enrique Raymondi, Evelio Ordóñez, Lupo Quiñónez, Juan Carlos De Lima, Vinicio Ron, Carlos Alberto Juárez, Agustín Delgado, Ítalo Estupiñán, entre otros exponentes de la raza goleadora.
Jugadores distintos

El goleador definitivamente es un elemento muy escaso, un tipo de jugador con fijación en las redes adversarias, siempre al acecho, dispuesto a definir; no se amedrenta con la violencia de algunos zagueros, no bajan los brazos cuando -por buscarlas- pierden muchas oportunidades de anotar, idolatrados por la hinchada de su cuadro y odiados por la contraria,  no poseen una tipología definida, hay muchos casi completos, y otros destacados por alguna habilidad particular.

El goleador ideal

Si pudiéramos programar ese prototipo, el número 9 ideal, tendríamos que buscar la potencia de Gerd Muller, el oportunismo de Marco Van Basten, el juego aéreo y velocidad de Alberto Spencer, la fría definición de Romario, el disparo potente de Batistuta, la serenidad de Lineker, la rapidez de Eusebio, la calidad de Marcelo Salas, la constancia de Fernando Morena, la fuerza de Eduardo Hurtado y Ronaldo, la capacidad para suspenderse en el aire de Iván Zamorano, la plasticidad de Hugo Sánchez, el olfato goleador de Paolo Rossi, Luis Artime,  Ariel Graziani, y con esas variables, y otras pocas más, se podría armar el ansiado modelo.

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