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El Telégrafo

“El monumento va allí, y se acabó”

16 de diciembre de 2011 - 00:00

Es el cumpleaños del presidente León Febres-Cordero; un grupo de mariachis le cantan las mañanitas en los patios del palacio de Carondelet. Febres-Cordero sonríe, al igual que su esposa, y sus ministros, entre ellos Luis Robles Plaza y Heinz Moeller. Se escuchan vivas y unos sonoros “¡Viva el Capo! ¡Viva el Capo!”. Febres Cordero, se lleva un cigarrillo a los labios y sonríe satisfecho y feliz. Las imágenes ahora lo muestran en el Salón Amarillo, más relajados. Siguen los mariachis y continúan los sonoros “¡Viva el Capo, viva el Capo!”. Estas escenas son parte del documental “Con mi corazón en Yambo”, de María Fernanda Restrepo. Y revelan la forma en que se gobernó el Ecuador en esos años. Escenas que conmueven e indignan.

Después de casi 30 años, continúan los vivas a Febres-Cordero, en esta ocasión a través de una monumental estatua, de su rostro, elaborada en España y que se pretende colocar en la Planchada, al inicio del barrio patrimonial  Las Peñas, en Guayaquil. Y se lo quiere hacer de la misma forma en que Febres-Cordero gobernó: de modo arbitrario y atentando contra el patrimonio, el paisaje y el entorno.  El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural ha dispuesto la suspensión de esos trabajos y el alcalde Nebot, al puro estilo de su antecesor y mentor, ha dicho que “ese monumento va allí, y se acabó”.

No se trata de impedir que un monumento, cualquiera que este sea, se levante en la ciudad. No. Se trata de impedir que se atente contra el patrimonio de todos los ecuatorianos. Colocar este monumento, al margen incluso de su valor estético y ético,  con esas dimensiones (con la base sería más de 7 metros de altura) sin duda afectará al paisaje patrimonial y al entorno, que son aspectos importantes que se toman en cuenta para una declaratoria patrimonial. Ciertamente, en sus inicios, el patrimonio se limitaba exclusivamente a obras de mantenimiento y limpieza de los elementos más emblemáticos de la cultura.

Sin embargo, a partir de la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco, en 1972, se incorporó también el paisaje y el patrimonio inmaterial. Con esto se pasó de una concepción museística y conservadora del patrimonio a una concepción más “dinámica y preventiva, en la que el patrimonio no es solo un elemento estático aislado de su entorno, sino que el propio entorno del elemento es patrimonio en sí mismo”, tal como señala el arquitecto Pablo Álvarez Funes.

Por tanto, al margen de las competencias legales, es absolutamente inaceptable que, a la brava, se pretenda colocar ese monumento que afectará al entorno patrimonial de la ciudad.

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