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El Telégrafo
José Antonio Figueroa

El huevo de la serpiente

03 de abril de 2014 - 00:00

Si recordamos, este es el título de la película dirigida por Bergman en 1977: una metáfora encaminada a mostrar cómo la sociedad alemana había tolerado candorosamente las primeras y evidentes manifestaciones del fascismo. Como resultado de esa tolerancia, el fascismo creció y condujo a la humanidad a una de las dolorosas experiencias de la historia contemporánea.

El problema sigue vigente y las expresiones del fascismo en la Europa actual son escandalosas y muchas continúan siendo toleradas, como lo grafica lo que ocurrió con la exministra italiana de origen congoleño Cécile Kyenge.

Entre el 28 abril de 2013 y el 22 febrero de este año, la doctora Cecile Kyenge, migrante africana en Italia, formó parte del gabinete del gobierno de  Enrico Letta como ministra de Integración, llegando a ser así la primera afroitaliana que ocupó el estratégico cargo de un ministerio. Cécile es una militante antirracista, oftalmóloga y una convencida de la posibilidad de construir una Europa incluyente y solidaria.

La extrema derecha, representada por la Liga Norte de Berlusconi y por diversos movimientos fascistas, expresó crudamente el racismo que permea la sociedad italiana: durante sus meses de gestión, Cécile fue víctima de una campaña que incluyó declaraciones públicas de dirigentes políticos y un acoso mediático mediante el cual se le amenazó de muerte y se le retrató como un peligro contra la supuesta esencia nacional italiana.

En actos públicos, militantes fascistas la comparaban con un orangután, le lanzaban bananos y revelaban cuáles eran los lugares que visitaría para alertar a sus militantes para que continuaran el acoso contra la ministra.

La consejera de la Liga Norte, Dolores Valandro, invitó a que se violara a Cécile Kyenge, apoyada por figuras como Roberto Maroni, exministro del interior de Silvio Berlusconi, quien durante su gestión hizo que se les exigieran huellas dactilares a los menores de edad gitanos y romaníes. La reacción de la justicia ante estos ataques ha sido tibia: Valandro, cuyo delito podía recibir una pena de entre dos y cuatro años de cárcel, recibió una sentencia mínima de un año y medio que se efectiviza solo si reincide en el delito. Durante su gestión, Cécile Kyenge se propuso efectivizar la iniciativa que impulsa desde 2004 cuando fue elegida concejal por los demócratas de izquierda: conseguir el derecho a la nacionalidad de los hijos de migrantes que nacen en Italia.

Kyenge ha declarado frontalmente que la manera de detener las nuevas formas de esclavitud y el racismo que se dan contra muchos de los migrantes en el denominado Primer Mundo es mediante su legalización plena y la promoción de sus derechos civiles y culturales. Su objetivo es eliminar la invisibilidad jurídica y cultural de los migrantes; lucha, por lo demás, muy difícil: luego de 9 meses de gestión, el nuevo jefe de Gobierno, Matteo Renzi, no solo que no ratificó a Cécile Kyenge, sino que -además- eliminó el Ministerio de Integración, estratégico para los migrantes. Sutiles medidas que ponen de plácemes a los fascistas porque incuban el huevo de la serpiente.

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