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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

El existencialismo de Goldman Sachs

26 de febrero de 2016 - 00:00

Goldman Sachs concluyó que puede estar forzado a cuestionar cómo funciona el capitalismo. Los analistas de Goldman textualmente dijeron: “ (…) Si los altos márgenes (de ganancias) perduran en los próximos años (especialmente cuando el crecimiento de la demanda global está por debajo de las proyecciones), hay preguntas más amplias que deben ser planteadas sobre la eficacia del capitalismo”.  No todos los días los representantes por antonomasia del capitalismo, el motor mismo que permite que este conglomerado se mantenga en perpetuo movimiento mientras lucran obscenamente de sus limitaciones y bondades, sugieren que es hora de comenzar a cuestionar el propio capitalismo.  Es que hay que tomarse un momento para comprender la magnitud de lo que esto significa.

Y mientras lo hacemos, recordemos que los bancos (aunque a las instituciones las hacen las personas, así que más adecuado sería referirse a l@s banquer@s) son una pieza fundamental dentro del problema estructural del capitalismo. Y también son criminales. O auspician a criminales. Un reporte de 2012 del Senado de Estados Unidos determinó que HSBC ayudó a terroristas, a Irán y a carteles mexicanos a lavar dinero. Algo similar hizo el banco Wachovia (ahora Wells Fargo) con dinero del cartel de Sinaloa (no olvidemos que estos carteles han dejado un reguero de sangre por todo México). También son parte de crímenes más ‘técnicos’, como cuando JP Morgan Chase & Co. bajó artificialmente el riesgo de sus inversiones para lograr mayores ganancias a través de complejos intercambios (hasta que, claro, todo explotó); o como cuando Barclays Bank, Deutsche Bank y, posiblemente, JP Morgan, Citigroup y Bank of America coludieron para manipular la tasa Libor (perjudicando a municipalidades que emitieron bonos); o como cuando Citibank, HSBC, JP Morgan, RBS y UBS coludieron para manipular las tasas de cambio (lo hicieron por casi una década). Incluso cuando Goldman Sachs (a quien dimos nuestro oro) obtuvo billones de dólares a través de los colaterales de las deudas cuando fue la crisis de 2008. Si se lo preguntan, muy poca gente ha ido a la cárcel por estos crímenes.  Pero es en este escenario que Goldman Sachs ha llegado a cuestionar el funcionamiento del capitalismo. Una estructura de la que ha lucrado y a la cual ha manipulado a su antojo. Goldman sugiere que si los márgenes de ganancia no oscilan de la misma manera que oscila la demanda, obligando a las compañías más débiles a salir del mercado y dando a las compañías más fuertes un poco de espacio para respirar, entonces hay que examinar qué está produciendo esta anomalía. Lo primera posibilidad es que las compañías más fuertes se han tomado el mercado. Han monopolizado las ganancias a través de la concentración global del capital. Todo esto, que suena a teoría conspirativa de sábado por la mañana, lo dijo Piketty no hace mucho. Más aún, una investigación de Vitali, Glattfelder y Battiston (2011) analizó la estructura de redes de control de las corporaciones transnacionales y su efecto en la competencia del mercado global, y mostró que buena parte del control de flujos se concentra en un núcleo apretado de instituciones financieras. Una ‘superentidad’ económica que tiene la capacidad de manipular el mercado y matar a la competencia.

En esta ‘superentidad’ se encuentra Goldman Sachs (y también Barclays, y JP Morgan, y Deutsche y compañía). Es decir, es casi una autorrealización. Un momento de epifanía, de realización del ser. Y por esto mismo es difícil intuir lo que la solución de este problema del capitalismo, admitido por Goldman, sería. Puede que este capitalismo contradictorio sea mejor (para ellos) que cualquier alternativa. Puede que la alternativa sea mejor (para ellos) que el statu quo. Lo que sí es seguro es que la solución será lo mejor (para ellos). (O)

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