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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

El día en que Marx sonrió

07 de marzo de 2015 - 00:00

Angle Editorial, hace algún tiempo, publicó Groucho Marx fal’article, un libro que recoge los mejores artículos del cómico y sus propuestas más ingeniosas. El humor, como se sabe, es un asunto demasiado serio, porque existe en estos tiempos quienes creen que las bufonadas son un asunto de estrellar un pastel contra el otro, para que nos produzca carcajadas. Eso, obviamente, está en el primer nivel, pero hay la risa -como nos recuerda El nombre de la rosa, de Umberto Eco- que nos cuestiona sobre la condición humana. Algo de ese humor -con una mezcla de cinismo- se lo debemos a Diógenes.

Obviamente, su apellido nos recuerda al barbudo de Carlos Marx. En Quito, en la década de los 90, mientras caía el Muro de Berlín, alguien escribió un grafiti: ‘Al Marx tiempo, buena cara’, siguiendo en la línea se podía leer: ‘Jesús es el camino, Marx el atajo’. Pero de quien estamos hablando es de otro Marx, un tipo por lo demás simpático al punto que nos dijo: “Lo importante no es saber sino tener el teléfono de quien lo sabe”, lo cual es una verdad.

Por eso, el libro en mención se inicia con un texto del propio Marx de 1927 en el que reflexiona sobre el oficio de humorista. En él dice que “tan pronto un cómico se hace famoso se convierte en esclavo de su humor”.

Finaliza su artículo con un irónico “el negocio de ser gracioso es demasiado serio. En comparación, trabajar en pompas fúnebres es un trabajo alegre. Y he oído decir que los humoristas no mueren nunca de viejos. No pueden soportar tanta presión”.

Julius Henry Marx (1895-1977) fue el hijo de un modesto sastre alemán de origen judío, se dedicó al teatro, el cine, la radio y la televisión. Con sus hermanos actuó en películas como ‘Sopa de ganso’, ‘Una noche en la ópera’, ‘Un día en las carreras’ y ‘Una tienda de locos’, entre otras. Aquí algunas de sus memorables frases.

“Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero, ¡pero cuestan tanto!”.

“Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.

“¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”.

“¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”.

“Bebo para hacer interesantes a las demás personas”.

“Debo confesar que nací a una edad muy temprana”.

“Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien”.

“Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar: es realmente un idiota”.

“El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, estás hecho”.

“Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”.

“Fuera del perro, un libro es posiblemente el mejor amigo del hombre. Y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer”.

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

“La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien la enciende, me voy a la biblioteca y leo un buen libro”.

“Partiendo de la nada alcancé las más altas cimas de la miseria”.

Lápida de Groucho: “Disculpe señora que no me levante”.

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