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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Columnista invitado

El cimarronismo político

Columnista invitado
26 de noviembre de 2014 - 00:00

Nuestra presencia, como adherentes o militantes negros, en los partidos y movimientos políticos de los países americanos se vuelve ilegítima si no hay una atención decidida a nuestras desventajas sociales y económicas que se iniciaron desde el origen de las repúblicas. Esa subordinación de los intereses colectivos del Pueblo Negro al innegociable pragmatismo electoral partidario, aunque para bajar la discusión, si es que la hubo, se otorguen cargos administrativos, es una odiosa repetición de esa injusta condición histórica. Aun así, tales cargos son como bloques colgando de un hilo, al primer rumor o quisquilla partidaria se despide al hermano o a la hermana, el color y el barrio pesan. Se repite en los partidos de casi todos los países, sin importar la tendencia de izquierda o derecha. En homenaje a la calidad del servidor público, no me refiero a las destituciones justificadas por mal desempeño.

Vocación mayor de partidos y movimientos políticos es la lucha por ejercer el poder, para modificar una sociedad de acuerdo al paquete de ideas practicadas en términos de justicia social. El voto es el arma de quienes se sienten oprimidos o el medio de delegación del poder. Una deficiente educación política cambia el poder de las comunidades negras en víctimas de su derecho a darse un propio, confiable y eficiente liderazgo a cargo de algún nivel de gobierno. Los partidos cumplen la misión de creación con los votos del electorado negro; encaramados allá arriba, a veces sí y muchas veces no, modifican el discurso de ‘equidad social’, por el de ‘masa electoral’ y es cuando descubren que somos ‘minoría’ y eso es una sentencia desfavorable para el alcance de la inversión pública.

El cimarronismo político debe originarse en el corazón (y en una colectividad de mentes) de las comunidades que procesan fluidamente la diversidad étnico-cultural, con un liderazgo que haga de la política expresión de la cultura, para observarlo en el mapa de Los condenados de la Tierra, que la acción política tenga como escenario la realidad sin cegarse a la historia. Un ser social compuesto de cosmovisiones para crear la conciencia del Buen Vivir o del Ubuntu (‘yo soy porque nosotros somos’). La imagen que se desea del liderazgo es aquella que deberá ser percibida y admitida en sus aprecios por las comunidades. ¿Nueva política? No, la misma, pero con fuerte operatividad moral, aunque chirree como contrasentido.

Los ideólogos de estos movimientos políticos deberían ser mujeres y hombres negros que nos heredaron sus saberes, sus ejemplos de combatividad contra la opresión colonialista y racista; también aquellas teorías de interpretación y análisis de las sociedades. Imitar esa versatilidad de los próceres para establecer alianzas culturales de resistencia y liberación. Para estas líneas la sabiduría del Abuelo Zenón: “El ayer es el tiempo cuando todo los que éramos y eran las comunidades nacía de la voluntad de ser nosotros mismos”.

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