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El Telégrafo

El ajedrez y la política

24 de abril de 2012 - 00:00

Cuando un afamado ajedrecista llegó al rectorado de la EPN se hizo el intento de revivir El Búho, un club de ajedrez que había fenecido por la desidia de sus miembros.

“Encuentren un lugar y les doy todo mi apoyo”, nos respondió él atentamente. Cuando íbamos a enterrar el proyecto porque en la Politécnica no había un lugar donde guardar un alfiler, él mismo nos sugirió hablar con la CCE, ya que somos instituciones hermanadas.

“Encantado, escojan el lugar que aquí lo que más sobra es espacio, nos respondió su presidente; así se refundó El Búho. Era un lugar de envidia, lleno de tableros, relojes, libros, revistas y todo lo demás que un ajedrecista podría soñar, solo faltaban jugadores, pues el politécnico, con tanto ajetreo matemático, no tenía tiempo para cruzar dos cuadras y llegar a nuestro palacio de cristal.

Sentado en el local vacío, junto con el vicepresidente de El Búho, le sugerí invitar a sus amigos ajedrecistas, y así dar vida a nuestro Lázaro.

Poco después, el lugar era un hervidero de gente jugando las mejores partidas que he contemplado del juego ciencia; con el tiempo hasta los estudiantes comenzaron a llenar el local. Satisfechos del éxito  decidimos dar vida a la Asociación de Ajedrecistas de Pichincha.

“Tienen que realizar algunos torneos, a los que debe asistir nuestro delegado”, se nos informó en la FDP.  Los numerosos torneos que se intentó organizar no se podían llevar a cabo porque el delegado exigido no asomaba sus narices por más que se enviaron varias invitaciones.

En vista del desbarajuste se decidió trabajar y se realizaron torneos para todos los gustos y colores: barriales, estudiantiles, provinciales... Luego de tanto éxito se fue a la FDP, donde no se aceptó nada.

“Todo lo que han hecho es ilegal, pues lo hicieron sin la presencia de nuestro delegado”. No hubo vuelta que dar y nos convertimos en un organismo espurio. No solo eso sino que poco después el presidente de la CCE me ordenó recoger mis cachivaches y marcharme con mi música a otra parte.

Con el rabo entre las piernas regresé a la EPN a embodegar lo que hasta hace poco fuera el club El Búho.  Mucho después, en una reunión de amigos, me enteré de que la CCE había sido presionada desde numerosos ángulos para que evacuáramos su territorio.

La razón era  bien simple, nuestra presencia habría tenido voz y voto en la FDP, algo que ni ellos, y vaya a saber usted quién más, no podrían controlar. Saque el lector su propia conclusión.

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