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El Telégrafo

El 15 de noviembre de 1922

15 de noviembre de 2013 - 00:00

La concentración de la riqueza en pocas manos ha sido -y es- uno de los grandes problemas de la humanidad.

En nuestro país, luego de finalizada la Primera Guerra Mundial, las exportaciones de cacao comenzaron a declinar; también disminuyó el precio. En 1920 una libra se cotizaba en el mercado internacional en 26 centavos de dólar. Para diciembre de 1921 cayó a 9,5 centavos. El descenso continuó.

Por orden de los exportadores, comerciantes y banqueros, el gobierno de Tamayo devaluó la moneda nacional en un 60%; el valor de cambio por cada dólar de los Estados Unidos pasó de 2 sucres a 3,20. Esto motivó la especulación y el encarecimiento de los artículos de primera necesidad. Para las masas populares, el costo de la vida alcanzó niveles imposibles de soportar. Las élites criollas colocaron, como siempre, el peso de la crisis sobre las espaldas del pueblo.

Con justa razón, algunos años antes de la tragedia de noviembre de 1922, el historiador Belisario Quevedo escribió: “La nación es una gran pirámide humana de explotadores y explotados. Su base va del Carchi al Macará y en su cima descansan dulcemente cuatro docenas de familias privilegiadas”.

Cuando el pueblo comienza a organizarse y protestar para reivindicar sus derechos, las élites responden como siempre lo han hecho: a sangre y fuego. Así sucedió hace exactamente noventa y un años.

La oligarquía, luego de consumada la terrible tragedia, aplaudía desde los balcones a las tropas que habían disparado  a sus compatriotas desarmados.Los “gran cacao”, los banqueros y los comerciantes ordenaron a su títere de aquel entonces, José Luis Tamayo, que pusiera “orden” en Guayaquil. Obedientemente, así lo hizo. El 14 de noviembre de 1922 dispuso al jefe de Zona, general Enrique Barriga, mediante un telegrama: “Espero que mañana, a las seis de la tarde, me informará que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado”.

El día 15 la multitudinaria manifestación se dirigió hacia el edificio de la Gobernación para exigir a Jorge Pareja, quien era el gobernador de Guayas en ese entonces, que liberara a varios líderes de la huelga que fueron detenidos el día anterior.

Las balas de la Policía, de los militares del batallón Vencedores, del batallón Marañón, del batallón Cazadores de los Ríos, asesinaron a muchos hombres y mujeres humildes. Tampoco escaparon de la masacre niños y ancianos.

Muchos cadáveres fueron enterrados en fosas comunes. Muchos fueron arrojados al río. El “delito” del pueblo fue organizarse y exigir que cesara la explotación y el hambre.

La oligarquía, luego de consumada la terrible tragedia, aplaudía desde los balcones a las tropas que habían disparado -cobardemente- a sus compatriotas desarmados.

En 1925 las cruces sobre el agua se convirtieron en Revolución Juliana.

El 28 de mayo de 1944 las cruces se transformaron en “La Gloriosa”.

Desde enero de 2007 las cruces sobre el agua transmutaron a Revolución Ciudadana.

En estos tiempos, Joaquín Gallegos Lara se moviliza por toda la patria, extendiendo su mano solidaria a los hermanos que tienen capacidades especiales.

En el cumplimiento de tan noble tarea le acompañan
Alfredo Baldeón y Juan Falcón.

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