En los tiempos de crisis y desconcierto es bueno efectuar ciertos ejercicios sobre los valores. Así se recomienda hacer un listado y seleccionar diez de ellos, luego los cinco más adecuados para el momento y concluir con los tres finalistas y de ellos el más importante.
Si tomamos, por ejemplo, en orden alfabético, la amabilidad (o cordialidad), el compromiso (o entrega), la honradez (o integridad), la lealtad (o amistad), el orden (o eficiencia), el reconocimiento (o gratitud), el respeto (o equidad), la solidaridad (o afecto), la tolerancia (o tranquilidad), la veracidad (sinceridad), podemos seleccionar de ellos los cinco prioritarios, por ejemplo: honradez, lealtad, solidaridad, tolerancia, veracidad.
Acaso para el país en estos tiempos los tres más importantes podrían ser: honradez, lealtad, veracidad. De ellos, el lector puede quedarse con el más importante, ¿honradez?, ¿lealtad?, ¿veracidad? No se descarta ninguno, pero, para propiciarlo, ¿con cuál comenzar?
Es difícil dilucidar sobre valores y verdades. Los valores pertenecen a la ética y a la voluntad de ejercerlos. Las verdades se consideran científicas si sus evidencias son demostrables, pero se sabe que hay apreciaciones del investigador que son ilusiones alejadas de la realidad. Las ilusiones ópticas, por ejemplo, muestran que flechas en dirección opuesta pueden llevar a error sobre distancias: >----< <---->, y podemos ver estrellas que ya no existen porque desaparecieron hace muchos años. Así mismo, existen ilusiones auditivas, olfativas, del gusto o el tacto, y en el plano subjetivo del pensamiento y los sentimientos. Estas ilusiones subjetivas están marcadas por la cultura y la pertenencia de clase social, saberes y creencias que constituyen la ideología.
Hoy, más allá de los saberes y creencias que pertenecen al mundo cognitivo o de la razón, debemos cultivar los valores del mundo de los sentimientos y la voluntad. Los dos forman parte de la conciencia. Por los caminos de la razón suele haber extravíos, mientras que por aquellos acuñados por el corazón, nunca hay errores. (O)
