Llegar a Kusadasi, en Turquía, fue un deseo cumplido. Ciudad turca, situada en la costa oeste del mar Egeo, pertenece a la provincia de Aydin, se encuentra a 90 km al sur de Esmirna. Kusadasi es un escenario en el que la caída del sol detrás del océano se vuelve un espectáculo único. Es la puerta de entrada a la ciudad de Éfeso, que en la antigüedad fue una localidad del Asia Menor.

Fue un importante centro religioso, cultural y comercial, sus ruinas grecorromanas y sus restos paleocristianos y bizantinos atraen a viajeros interesados en descubrir su historia. Éfeso fue una importante ciudad portuaria desde el siglo V. Este complejo arqueológico nos remonta a civilizaciones milenarias que fueron la base del conocimiento humano, como la medicina, su primer hospital y farmacia.

Su arquitectura avanzada demuestra conocimientos estructurales y decorativos sorprendentes. La filosofía y la literatura en sus primeras expresiones se manifiestan en la deslumbrante construcción de la biblioteca de Celsus.

El arte, la música y el teatro florecieron dando un testimonio estético primigenio, el gran teatro de Odeón, con una capacidad para 25.000 personas; en él se realizaban conciertos, luchas de gladiadores, obras teatrales.

También Éfeso fue un centro ceremonial y religioso que se traduce en sus templos y sincretismo. El templo de Artemisa, considerado una de las 7 maravillas del mundo. El culto y la mitología también se leen en sus edificaciones.

Las bases del cristianismo se desarrollaron en Éfeso. San Juan evangelista escogió esta ciudad para escribir su evangelio, una de las siete iglesias del Apocalipsis fue construida aquí. Además, está la casa donde la Virgen María pasó sus últimos años.

Una de las maravillas arquitectónicas que más me impactó fue el templo de Adriano, construido en el siglo II. Recordé la novela de Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, que relata la vida y muerte del emperador romano.

Recorrer Éfeso es una vivencia intensa, en la que cada monumento narra su historia y sus secretos. (O)