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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

EE.UU.: no tan derechos ni tan humanos

07 de marzo de 2014 - 00:00

Estados Unidos no es árbitro de ninguna cuestión de derechos humanos en el mundo. Dedicado a un desvergonzado espionaje a nivel planetario, lanzado al asesinato masivo de ciudadanos extranjeros por vía de los drones (aviones no tripulados), incapaz de llevar a la justicia a sus adversarios (Bin Laden, Gadafi) poniendo un manto de olvido sobre cómo fueron asesinados, sosteniendo detenciones irregulares en Guantánamo, invadiendo militarmente países cada vez que se le ocurre: ¿de qué habla Estados Unidos cuando pretende ponerse en una insostenible posición de juez acerca de los derechos humanos en el mundo?

Es cierto que alguna vez tuvo dosis -siquiera parciales- de credibilidad; cuando ayudó al golpe final contra Hitler, cuando Carter puso presión sobre dictaduras como las de Chile y Argentina. Pero han sido momentos minoritarios, y por cierto hoy sepultados. Obama fue una luz de esperanza que decepcionó a propios y extraños, y que nada decisivo ha hecho para que la potencia imperial recobre algún prestigio y reciba algún crédito que no sea el que se otorga al que ostenta el mayor gasto militar del planeta (mayor que el de los diez países que le siguen todos sumados, nada menos).

Pero el poderío militar no otorga derechos, y menos aún prestigio. Estados Unidos ha renunciado hace rato al liderazgo mundial al que aspira, pues ya no muestra que respete su propia palabra. Enarbolar banderas de derechos humanos implica una actitud sana y valiosa, pero se vuelve un remedo, una ficción, además de grotesco, cuando se lo hace para exigir a otros, mientras se viola sistemáticamente y sin ningún escrúpulo las garantías individuales y las soberanías nacionales.

La exigencia que Estados Unidos hace a otros viene a ser la contracara de su misma política de violación de derechos: en verdad, se señala a los países que tienen políticas soberanas e independientes de Estados Unidos. O sea: dime cuán pro estadounidense eres como gobierno y te diré cuánto mereces que te ataquemos en nombre de reales o supuestos derechos humanos que en tu nombre se hubieran conculcado.

Las críticas al Gobierno ecuatoriano, al venezolano o al argentino, planteadas hace unos días en un oblicuo informe del Dpto. de Estado, van todas dentro de esa tónica: atacar a quienes gobiernan en favor de sus pueblos, en vez de hacerlo en favor del interés de las empresas de origen estadounidense. Atacar, en fin, a los gobiernos que han mejorado la condición de sus sectores sociales más pobres. Pero nadie puede extrañarse por este tipo de situaciones. Finalmente, todo el mundo sabe que Estados Unidos es el principal responsable del consumo de droga en el mundo (y, por tanto,obviamente, de su proceso final de comercialización), y sin embargo, la gran potencia pasa por el planeta con patente exclusiva de víctima del narcotráfico, y su propia responsabilidad al respecto parece estar fuera de toda sospecha.

Es, realmente, la repetición al infinito del mismo mecanismo.

Los poderosos depositan sobre los más débiles la culpa de sus propias lacras. Pues, en cuestión de derechos humanos... ¿cuándo dejará la máxima potencia de violarlos en las más diversas latitudes del mundo?

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