Durante la tercera semana de julio se lleva a cabo en Guayaquil el vigésimo encuentro de ecuatorianistas -los estudiosos de la literatura ecuatoriana-, que alude a la necesidad de repensar en este país.
Uno de sus ejes ha sido el homenaje a Michael Handelsman, un norteamericano que desde hace cincuenta años ha dedicado sus horas de investigación al estudio de la literatura ecuatoriana. Las sedes han sido las universidades Católica Santiago de Guayaquil y de las Artes.
Innumerables reflexiones se desarrollan en las ponencias leídas ante el público, y hay nombres constantes: Benjamín Carrión, Pablo Palacio, Jorge Icaza, la Generación del 30, César Dávila Andrade, autores que desde la narrativa, el ensayo y la crítica, la poesía, entregaron sus páginas para que sean consumidas por los lectores a lo largo del siglo XX. Pero han sido producidas otras reflexiones sobre autores menos difundidos, y sobre géneros de los que poco se habla: la ciencia ficción, la novela histórica, ciertas autoras contemporáneas y aquellas que han publicado poco y a cuyas voces de algún modo se está apostando.
¿Qué sentido tiene este evento en medio de una urbe como Guayaquil? Enorme, porque esta ciudad portuaria no es la del ruido ni el tráfico caótico, los hacheros y el merengue y el reguetón y la Bahía y los Guasmos y el pantano y las formas autoritarias que a veces la asfixian. O tal vez sea eso, pero es mucho más: Guayaquil es la ciudad de la cultura, la tradición literaria, la reflexión exhaustiva. Es la ciudad desde cuyos colegios y universidades varios catedráticos inspiraron e inspiran a sus estudiantes a ingresar en las páginas literarias hacia los senderos de la creación y los estudios críticos.
Los ecuatorianistas surgieron como una agrupación de estudiosos sobre la literatura ecuatoriana. Su objetivo fue el estudio de la literatura ecuatoriana. Los retos aguardan: nuevos autores, ausencia relativa de mujeres creadoras en el canon, reflexiones sobre lo contemporáneo. (O)
