Los ataques que recibe la candidatura ecuatoriana para presidir la Organización de las Naciones Unidas por parte de aquellos que se dicen defensores de los intereses de los ecuatorianos es incomprensible por donde se mire. Pretender boicotear dicha candidatura demuestra la corta visión que tiene el neoliberalismo más criollo, de cepa, sobre el rol que tiene Ecuador en América Latina y en el mundo.
Rol y presencia conseguidos con ideas y pragmatismo. Respetando el derecho internacional, la autodeterminación y la soberanía inherente a cada pueblo. Pero ¡no!, acá tenemos un populismo neoliberal que sueña incesantemente con una política exterior tutelada, “tercermundista” -en el peor sentido de la palabra-. Y, por supuesto, que hay una dosis de machismo diplomático. Ni un solo comentario -análisis sería pedir demasiado- han pronunciado sobre el diálogo que tuvieron en Naciones Unidas las dos candidatas.
Nuestra representante, sin duda, fue superior en conocimiento, visión y plan de trabajo para la ONU. Pero ¡no! Los complejos históricos de estas élites no les permiten comprender lo que significa la posibilidad real de presidir el mayor organismo internacional. Parece que su mayor alcance intelectual en cuanto a política exterior fue la llamada “herida abierta” o soñar con que seamos un paraíso fiscal. La candidatura ecuatoriana a la presidencia de la ONU es prioridad nacional y regional.
Naciones Unidas debe avanzar con prontitud en su reforma integral para que el multilateralismo prime frente a quienes buscan imponer por la fuerza militar, comercial, un aislacionismo-nacionalista que terminará frenando la recuperación económica del mundo con sus impactos en el nivel de vida de la mayoría absoluta del planeta… La política exterior debe estar guiada por los objetivos e intereses nacionales de fomentar la inserción internacional del país, sin destruir la producción y el empleo nacional.
El mundo requiere crecimiento con desarrollo equitativo e igualitario; y no convertirnos en una “zona franca” como sueñan aquellos. A esos patriotas dolarizados, bien les haría leer -y bastante- a Benjamín Carrión: “Que el Cuento de la Patria combata el derrotismo inhibidor, al complejo de inferioridad”. (O)
