Como se ha evidenciado en las redes sociales, a la mayoría nos ha tomado por sorpresa que Ecuador se coronara campeón de la Copa Mundial Unificada de Olimpiadas Especiales. Haciendo un necesario mea culpa, estoy dispuesto a reconocer que yo –como tantos– en general suelo seguir sobre todo los eventos deportivos más populares. Pero, del mismo modo, quisiera remarcar que este ha sido también el caso de la mayoría de los medios de comunicación.
Si no se había hecho desde un inicio, al menos al saber que Ecuador había clasificado a la semifinal de ese torneo hubiese sido oportuno darle toda la relevancia y la cobertura del caso a la espectacular noticia. Más si consideramos la importancia que ha tenido el Ecuador en materia de atención a las discapacidades, o que el Presidente de la República es una persona con discapacidad. Esto, más allá de que estemos o no de acuerdo con sus políticas, es una cuestión que resaltar, puesto que quiere decir –quiero pensarlo de ese modo– que en este país las diferentes discapacidades no son óbice, necesariamente, para ocupar los más altos cargos y las más altas magistraturas. Para llegar lejos.
Más aún, nos demuestran que en un país como el Ecuador (tan falto de logros en varios ámbitos) personas que en principio poseen ciertas limitaciones objetivas pueden alcanzar logros que los demás están muy lejos de obtener. Para muestra, un botón: nuestra selección mayor, que tanta expectativa genera, nos dejó un trago amargo y varios escándalos en el pasado proceso de eliminatorias. Algunos de ellos imputables a nuestra penosa eliminación. Y sin embargo, la selección mayor cuenta con todo el apoyo, el marketing, la cobertura, etc.
El que ahora hayamos obtenido este campeonato es, entonces, un episodio que debe ser celebrado por todo lo alto. Se trata de una noticia maravillosa que debería alentarnos a cubrir su regreso al país como se merecen los campeones del mundo. Así podremos dejar en claro que aun cuando su participación no haya recibido la cobertura del caso, somos capaces de corregir el error, dándoles el sitial que merecen. Nos han llenado de orgullo. ¡Vivan los campeones! (O)
