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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

‘Doing politics differently’

21 de octubre de 2014 - 00:00

En un evento muy participado celebrado la semana pasada en Londres se sigiló, bajo el lema ‘Doing politics differently’, un hermanamiento entre tres sujetos políticos europeos acomunados por su abierta hostilidad a las políticas de austeridad y al neoliberalismo. A dos de ellos me he referido con frecuencia: trátase de Syriza, formación que une diferentes realidades de la izquierda radical griega, y Podemos, el partido revelación de Pablo Iglesias en España. El tercero, Left Unity, es a primera vista descendiente del experimento griego, ya que, fundado el año pasado, ha desde entonces luchado por juntar los fragmentos de la dispersa galaxia de la izquierda británica extralaborista.

Más allá del fervor unitario, la ocasión se ha prestado para una nítida comparación entre los discursos y las estrategias a disposición de la izquierda europea. Según lo que se escoja como factor discriminante, se pueden trazar diversas convergencias y distinciones entre los partidos en cuestión; sin embargo, el lenguaje y las sugestiones empleadas por los representantes de Syriza y Podemos los colocan muy aparte de Left Unity. Los resultados electorales son solamente un epifenómeno –aunque no menor– de esta divergencia: mientras Syriza es virtualmente gobierno a partir de las próximas elecciones y Podemos está rumbo a ello, Left Unity pelea aún para que el elector promedio se entere de su existencia.

Eso no se debe únicamente al sin duda excluyente bipartidismo británico, a una situación económica no tan desastrosa como en el Sur de Europa o a la reciente constitución del movimiento; si no se logran cebar los mecanismos de identificación que permiten que una parte sea percibida como la mejor representante del todo, la responsabilidad no puede no residir también en la forma en que esa parte aspira a representar el todo.

Syriza y Podemos tienen, en este sentido, una reluctancia de fondo en movilizar viejos eslóganes y discusiones propias del mundillo de los activistas profesionales. Privilegian más bien la construcción de un pueblo a partir de los problemas que acechan a la gente común y de aquellas experiencias de resistencia concreta: una pluralidad de elementos y sujetos que espera ser articulada en un proyecto que les dé coherencia.

En este sentido, proveen un nuevo código interpretativo de la realidad que trasciende, incluso, la categoría de izquierda, así como se han venido configurando recientemente, es decir en toda su ineficacia emancipatoria. Aunque Syriza sea renuente a abandonar la autodescripción ‘de izquierda’ (que además está inscrita en su nombre), eso no cambia la sustancia de la nueva orientación: la gente se siente representada no porque el partido encarne una ideología destilada o reúna pedazos, a menudo autorreferenciales, de la izquierda, sino porque advierte que una determinada opción intercepta mejor que otras el sentido común.

Eso es lo que significa hacer política de manera diferente. De lo contrario, referencias abstractas a horizontes como socialismo, internacionalismo, antiimperialismo, feminismo y ecologismo se volverán en interesantes clases de repetición de la historia del siglo XX.

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