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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Depre-ciembre

10 de diciembre de 2018 - 00:00

Sobrevivir a diciembre no parece tarea fácil, con mayor razón si el mes comienza treinta días antes. Los centros comerciales se preparan con antelación para el festejo de la llegada del Niño Dios, con muchas luces y fastuosos arreglos. No es para menos. El mensaje es que la Navidad no se puede festejar sin abundancia o sin dinero ¿parece que sí? Haciendo un poco de esfuerzo, recordarían cuánta comida se desperdició en sus casas por estas épocas, aun comiendo hasta el hartazgo. Porque también es la época donde la gula se transforma en el mejor de los pecados.

Está bien, digamos que esta fecha es buena cosa… se mueve el comercio, pero hasta la asfixia. Los regalos se pagan desde enero y a muchos días plazo. Sumemos que las tarjetas de crédito son las predilectas para cuando no hay el efectivo para comprar esos pequeños grandes regalos que dicen que necesitamos en las propaganditas de tv y que en unos cuantos días quedarán abandonados como los objetos inservibles que son. Las tarjetas de crédito se las usa a estallar, haciendo alusión al sabio consejo que dan los economistas en su ocaso.

La preocupación de regalarle su cualquier cosita al niño o niña que está en casa es tremenda, ya que, si el juguete no llega, es porque “el Niño Dios no le quiere”, lo cual llevaría a concluir en la cabecita del niño o niña, que se ha portado mal. Pero a su corta edad no da cuenta que es por la pobreza que está pasando su mamá o papá y estos, desesperados, no saben qué hacer o a quién pedir. Las luces del árbol gigante en el parqueadero del mall nos recuerda alguna infancia medianamente bonita y con regalos. Es la tradición a seguir: cánticos a veces tristes, comida y obsequios.

No hay que desesperarse. Los regalos no son indispensables, tampoco las lujosas cenas. Independientemente de la religión, sabemos que se trata de una época de unión y que a veces el mejor regalo que se pueda dar, es enseñar a ser sencillo y a aprender a reflexionar, incluso lo nociva que puede ser la Navidad. (O)

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