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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Día Internacional de la Mujer

14 de marzo de 2014 - 00:00

El 8 de marzo pasado se conmemoró un aniversario luctuoso: la masacre de las trabajadoras de la fábrica de camisas ‘Triancle Shirtwaist’, en New York, tristemente célebre porque el 25 de marzo de 1911, 140 de sus obreras, casi todas inmigrantes, perecieron quemadas en un incendio provocado en el que los dueños de la empresa aparecieron como los responsables del siniestro.

Ese acontecimiento criminal, unido a otros sucesos importantes del término de la primera década de la pasada centuria, generó la necesidad sentida de relievar el significativo aporte de las féminas en el progreso humano y de sus denodadas luchas por la ecuanimidad de género, y la equidad laboral. Y como antítesis de lo sucedido en ese norte industrializado y de trato laboral brutal, en el mundo occidental se instituyó el 8 de marzo como jornada mundial destinada a reconocer la búsqueda de espacios sociales más sensibles y justicieros para nuestras dulces compañeras. En diciembre de 1977, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la fecha como el Día Internacional por los derechos de la mujer y la paz universal.

En nuestra Patria, mujeres inteligentes y valientes estuvieron en nuestras luchas libertarias; las tres Manuelas, Espejo, Cañizares y Sáenz y las dos rositas Zárate y Campuzano; las luchadoras liberales integradas en las montoneras alfaristas que con el arma al brazo acompañaron el triunfo en Esmeraldas, Manabí, hasta coronar en Gatazo, las mismas que recibieron grados de oficiales del nuevo ejército victorioso en el convulso siglo decimonono. Luego en el siguiente, el vigésimo, adentrados en esos años históricamente vitales para el desarrollo femenino surgen las unas, empoderadas de las urgencias del conocimiento académico: Mercedes Hidalgo, Rosana Montesdeoca, y decenas más. Y las otras comprometidas en la acción política reivindicativa: Nela Martínez, Alba Calderón, Ana Moreno, las indígenas Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango, y cientos más, la mayoría invisibilizadas, pero arrojadas y sabias, y junto a ellas las millones que anónimamente pelean diariamente en sus hogares, en sus trabajos, en sus estudios, poniendo a prueba su natural fortaleza sin perder la ternura frente a formidables contrincantes cotidianos: el machismo, la discriminación, el acoso sexual. Han logrado vencer obstáculos inmensos, con dolor y heroicidad, como el drama del éxodo migratorio que asoló a la familia ecuatoriana, por el fraude de la banca corrupta y cuyos culpables convictos y confesos aspiran a regresar al poder amparados en los viejos y nuevos onanistas que provienen de las entrañas de la antigua derecha falaz y cínica.

El siglo XXI sorprendió a la república; la insurrección pacífica, conducida por el presidente Correa, rompió el mito; un escenario nuevo todavía sin forma absoluta irrumpió en la vida política. Desde esa circunstancia miramos con orgullo una realidad fundamental; una pléyade de valiosas mujeres han tomado las riendas de la legislatura de la misma manera que se han integrado paritariamente en la administración de justicia; muchas son ministras, gobernadoras y ocupan altas responsabilidades en los diferentes estamentos públicos locales y nacionales. Los anhelos soñados son ya verdades. Ahora debemos continuar tras el objetivo excelso: “Igualdad para las mujeres, progreso para todos”.

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