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El Telégrafo

Después del tono deje su mensaje

12 de junio de 2011 - 00:00

Hace pocos años era difícil localizar a una persona si no estaba en su domicilio o trabajo, pues no existía telefonía móvil, pero la tecnología ha logrado que hoy casi todos podamos no solo hablar sino enviar fotos, videos, música y otros datos, de forma instantánea y sin importar la distancia. Esto ha revolucionado todas nuestras actividades y, sobre todo, las relaciones interpersonales, pues con solo pulsar unos botones en nuestro celular, tendremos a nuestro interlocutor al otro lado de la línea telefónica o, al menos, la posibilidad de que conteste.

Sin embargo, tanta tecnología sirve de poco frente a la mala costumbre de no atender cuando, por alguna razón, no se quiere hablar con alguien o no se tiene la sinceridad para decir “no” a los requerimientos de quien llama. Quizás no falte quien alegue que nuestro albedrío alcanza para actuar de esta manera ante quienes queremos eludir, mas, deberíamos  comprender que esto es una manifestación de irrespeto aderezado con una gran dosis de cobardía para no afrontar una situación, o carecer de sinceridad para decir “no”, de frente.

En tales circunstancias, el “rechazado” solo puede creer que la respuesta es negativa o que el interés es mínimo de parte del solicitado, institucionalizándose la costumbre de “escurrir el bulto” que se va enraizando sin percatarnos de que esto es una agresión pasiva y velada. Pero, ¿por qué se actúa de esta manera tan desagradable, tratándose muchas veces de ciudadanos pacíficos, honestos, instruidos y cordiales?

Dicen que el hombre es un animal de costumbres, y las costumbres como las artes se perfeccionan con la práctica y se vuelven parte de nuestra estructura; por eso es muy importante que los padres enseñemos a nuestros hijos el respeto y la frontalidad, a mirar a los ojos y a decir sin titubeos “no” cuando sea necesario, poniendo en práctica el proverbio bíblico: “instruye al niño en su camino y cuando sea viejo no se apartará de él”.

Pero, aquellos padres que han hecho de la simulación y el escabullirse un estilo de vida, ¿cómo pueden enseñar a sus hijos a actuar con frontalidad y sinceridad? Por difícil que parezca, nunca es tarde para revertir nuestras malas costumbres, siendo nuestro deber y derecho intentar ser mejores personas cada día. Recordemos que la cobardía y la autojustificación son vicios tan antiguos que ya en el relato del Génesis se cuenta que Adán se ocultaba de Dios ante la vergüenza de su desobediencia; mas, no olvidemos que podemos huir de todo, menos de Dios ni de nuestra conciencia.

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