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El Telégrafo
Daniela Leytón Michovich

Despatriarcalizar por Decreto Supremo

04 de febrero de 2022 - 00:00

Actualmente Chile debate y solicita la incorporación de una justicia con perspectiva de género, en tanto que este país es firmante de varios tratados internacionales sobre derechos humanos de las mujeres. Sin embargo, a la hora de la aplicación de la justicia en casos de violencia por razones de género, el patrón recurrente es la revictimización, el estigma y la interpretación del suceso violento a partir de los prejuicios patriarcales.

 

En este marco, una interpretación de la ley apoyada en la interseccionalidad como herramienta para identificar las múltiples desigualdades sociales, abre la posibilidad de complejizar la figura de “sujeto de derecho” como ente neutro e investirlo de su contexto, de tal forma que se evitan los escencialismos, se enriquece y precisa la comprensión de lo que se define como justicia e igualdad.

 

Si bien, el reto que tiene Chile a partir de ahora es importante, es necesario también advertir que no es suficiente. Pensemos por ejemplo en el caso de la Constituyente boliviana, que se caracterizó sobre todo por la presencia de mujeres indígenas en puestos de deliberación.

 

Podemos decir que a niveles retóricos y poéticos el trabajo estaba hecho; sin embargo, luego de más de una década, los cambios no han sido capaces de otorgarle a la justicia criterios mínimos de celeridad y una perspectiva de género para tratar los distintos e innumerables casos que la  demandan. Por el contrario, esta estrategia patriarcal, ha permitido que se vacíe de contenido la lucha, cubriendo con slogan supuestamente feministas, la violencia política contra las mujeres, la impunidad en casos de violencia sexual contra funcionarias públicas.

 

El cambio vacío se solazó con la promulgación de una ley contra la violencia hacia las mujeres (348) que carece de presupuesto para un mínimo funcionamiento, que no tiene el personal capacitado con perspectiva de género y que mantiene patrones patriarcales en las mismas instituciones receptoras de violencias, como es el caso del IDIF Instituto de Investigaciones Forenses (Ministerio Público).

 

Está por demás decir que esta coptación de las demandas de las mujeres ha promovido proyectos al más puro estilo tecnocrático, que se estanca en talleres que no fueron ni son capaces de transformar la mentalidad de quienes están encargados de impartir justicia. Súmele a esto el derroche del dinero del Tesoro General de la Nación en estas actividades y en otras que pretenden descolonizar imprimiendo una frase “feminista” en la papelería estatal, ordenada este año mediante Decreto Supremo.

 

Pensemos también en otras dificultades, como el criterio conservador que han mostrado representantes de los pueblos indígenas. El hecho de que una mujer indígena lidereza no denuncie violencia, no quiere decir que esta no exista. Pensemos que el hecho de que ella participe en varios espacios no garantiza que tenga la libertad de hablar libremente cuando le exigen criterios “orgánicos” (norma consuetudinaria) por lo tanto cuando quién habla a través de ella es el dirigente patriarca.

 

Finalmente, la “izquierda” en la región ha demostrado que no es aliade de las mujeres, es un feminicida más, para muestra está la impunidad por las denuncias de violación en contra del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega; los casos de denuncia de pedofilia contra Evo Morales que quedan en el limbo, los cientos de denuncias contra militantes del partido MAS por violentar a las mujeres, la indolencia y cinismo del gobierno de AMLO expresada en sus acciones contra todas las mexicanas, el conservadurismo de Pedro Castillo que se publicita como revolucionario, pero que cada vez que se trata de aborto o diversidades sexo-genéricas cita pasajes de la biblia para justificar su rechazo.

 

Chile tiene que saber que si bien una justicia con perspectiva de género es importante, sería naif pensar que se puede despatriarcalizar por ley o por decreto. Debe saber que la coptación de las luchas de las mujeres por parte del Estado es también una estrategia patriarcal para vaciarlas de sentido y que, finalmente, el alba de una administración de izquierda no es garantía de nada, solo nos tenemos a nosotras y la lucha recién empieza.

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