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El Telégrafo

Deshidratados

10 de julio de 2011 - 00:00

Caminaba en un “Costco” esta gigantesca cadena de compras norteamericana, cuando una amable señora me invito a degustar un canapé: un tomate deshidratado y luego rehidratado en aceite de oliva macerado con ajo y orégano, puesto encima de una pequeña galleta. Lo probé, lo mastiqué despacio, saboreándolo íntimamente y pensé “Este es el sabor que buscaba”.

Me fascina cocinar espaguetis, y hacer una buena salsa es todo un arte lleno de secretos. En cierta ocasión que comía en “Sbarros” me gustó mucho su salsa y traté por muchas ocasiones de hacer una parecida, fracasando estrepitosamente.

Tomaba tomates muy maduros, los escaldaba, los picaba –no hay que licuarlos- y nunca el sabor aparecería.
Pero al probar este tomate deshidratado encontré el secreto. Al ser desecado el tomate cambia sus características y su sabor es modificado por el aceite de oliva, el ajo y el orégano.

No lo pensé dos veces y traje una buena provisión de tomate deshidratado a mi país, que se acabó muy pronto y como volver a traerlo de EE.UU. resulta caro, construí un deshidratador que funciona con gas y empecé a deshidratar desde carne hasta mandarinas, pues en los supermercados gringos se puede encontrar desde sopas listas para agregar agua hervida, papa deshidratada mesclada con leche en polvo que con un poco de agua se convierte en un delicioso puré, trozos de carne seca para caminantes, frutas secas, hasta chifles de mango y lo que más me gusta, bananas deshidratadas pero con su color natural.

En Ecuador si todos los campesinos tuvieran deshidratadores solares, con el poder del astro rey aquí, podríamos cambiar drásticamente nuestra matriz productiva y en vez de que el campesino venda el producto fresco a precio de gallina robada al comerciante, antes que se pudra la cosecha, bien podría deshidratar parte de la misma, de tal forma que se entregue al mercado la cantidad de producto fresco que sea bien pagada, lo demás ya seco se guarda y procesa en otras presentaciones o subproductos que permitirían al campesino seguir percibiendo ingresos de su cosecha por varias semanas o meses.

Además que nuestra gastronomía mejoraría sustancialmente, pues si bien es deliciosa, si le agregamos productos secos y rehidratados, mejoraría sustancialmente.

Tenemos el sol más fuerte del planeta durante todo el año, tenemos abundancia de productos que se pudren o caen de precio tanto que resulta una pérdida para el campesino, requerimos implementar un plan nacional de deshidratadores solares con el apoyo y capacitación gubernamental.

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