En estos días hemos visto a los partidos y movimientos políticos convertirse en verdaderos “atletas” buscando la meta, en esta ocasión lo que importa es llegar y obtener el anhelado registro electoral. Los plazos establecidos por el CNE están por concluir y solamente aquellos que obtengan o mantengan su registro participarán en las próximas elecciones.
El escenario actual demuestra la vigencia plena de la “democracia representativa”, acompañada de una pretendida reforma de organizaciones políticas cuya existencia depende del respaldo de la ciudadanía. La misma ciudadanía que por varios años sufrió los embustes de los “caciques” -dueños de los partidos- que privilegiaron el acomodo personal y se apartaron de la propuesta política, llevando a nuestro país a la crisis de representación, exigiendo así un cambio profundo.
Para muchos la alternativa fue demandar directamente, convergiendo en la tesis de “democracia participativa” en donde la ciudadanía es parte de la toma de decisiones nacionales y/o locales, sin necesidad de ganar elecciones. Para el país esta tesis ha sido sinónimo de un primer paso, pero en la actualidad, ¿es real la participación de los segmentos ciudadanos?, ¿en cuántos municipios del país se ha planificado y presupuestado con los vecinos y vecinas?, ¿con qué criterio se asignan los recursos para obras prioritarias?, sin duda son preguntas que esperan como respuesta acciones emergentes, la participación es un camino que empezamos a recorrer y que más allá de las formas representa una nueva concepción de la “cosa pública”.
Por otro lado, es pertinente preguntar a los partidos y movimientos políticos registrados si internamente han generado procesos de transformación que nos permitan ver figuras nuevas, hombres y mujeres jóvenes capaces de presentar propuestas, planes de gobierno, políticas públicas para el buen vivir que vayan más allá del marketing y que renueven la “democracia representativa”. Sin duda en las próximas elecciones evidenciaremos o no la dedocracia, la parentela, el partido político caduco o la vigencia de un cambio radical.
No es cierto que exista confrontación entre participación y representación, más bien se trata de un complemento que nos permita mejorar la gobernabilidad haciéndola incluyente, con un paso transcendental: arrebatar el poder tradicionalmente concentrado para gestionarlo con la ciudadanía.
