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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

Decálogo (anti) social del femicidio

27 de noviembre de 2017 - 00:00

Acabo de leer un libro espantoso titulado No te mueras por mí. Es la colección testimonial de pequeños mensajes o cartas escritas por hombres luego de golpear o abusar física o psicológicamente de sus mujeres, con el objetivo de clamar su perdón e impedir que éstas los denuncien a las autoridades. Los casos del libro ocurren en el Perú; pero pasan también aquí en el Ecuador o en otras partes.

Hojas llenas de supuesto cariño se dejan leer con asco y desazón. Su composición exhibe un lenguaje cotidiano que acumula en el imaginario masculino los patrones conductuales de cómo se hace pareja en una sociedad jerárquica. Un orden blindado por hombres que, por lo general, conducen y activan las ¿previsibles? emociones femeninas a través de un romanticismo que usa ex profeso la fragilidad de las mujeres abusadas para reconquistarlas.

Sorprenden no solo los lugares comunes de cómo piensan y actúan estos hombres sino la forma en que elaboran su arrepentimiento por escrito. Al final de la lectura no pude menos que vomitar. Pero creo haber hallado el hilo oculto de esos machos que escriben y esas hembras que otorgan el perdón, y luego de poco son otra vez golpeadas -hasta morir- a manos de esos mismos seres tiernos y cobardes. El hilo es el decálogo (anti) social del femicidio. Lo elaboro así a partir de esas cartas: 1. Te amo demasiado. 2. Nunca me voy a aburrir te decírtelo. 3. Tú eres mi reina, mi mujer, de nadie más. 4. No volveré a mentir. 5. Gracias por fijarte en mí y elegirme. 6. Bebita no escuches a nadie, te van alejar de mí. 7. Solo imagino envejecer juntos. 8. Actúo como un imbécil sin querer. 9. Soy celoso pero te amo. 10. Estoy triste porque la he cagado toda.

Todos los hombres del libro volvieron a pegar, en unos casos, y, matar, en otros, a sus reinas y bebitas. Porque ese decálogo naturaliza, de modo lento, la miseria machista del romanticismo urdido por falsos valores y el amor es, más bien, una construcción social que precisa realidad y no idealismo.

¡Ay, pero el decálogo también permite vislumbrar un femicidio! ¡Atenti!

 

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